lunes, 22 de marzo de 2010

Cristina Villanueva: En un bosque sin juegos



El día parece cocinarnos en su fuego. Vamos a jugar a mojarnos con la manguera, propongo! A mojar a mojar el que no moja es militar!, cantamos y saltamos, nos empapamos vestidos, porque no nos queremos parecer a esos que en lugar de proponerles juegos a los niños, les dieron muerte y jaulas para privarlos de la posibilidad de ser.
Cuando entramos Eva inventa otro juego. Soy la reina de esta casa, dice, me trae para comer un cestita de frutas desprendida de esos camioncitos que van por los caminos de América cargados de animales,colores y sabor. Sigue después ofreciéndome cajitas con tesoros. Me encanta descubrir con ella que mi casa sonríe desde el papel mache, los pajaritos del árbol de la vida, los títeres, los ángeles del arte vivo de los pueblos.
Me pregunto a qué habrán jugado los niños robados por los que sabían que tenerlos era la consecuencia del asesinato de los padres y del dolor de los familiares y amigos que los buscaban. El juego apuesta a la vida, la creación, la libertad. No se puede jugar en el bosque cuando el lobo está.
El amor es donar,el regalo es acercarle al niño los materiales con los que construirá su subjetividad, la casa del alma. Lo demás es odio, imposición, dictadura.
El odio es no aceptar que el otro sea, obstruir tu genuino derecho a conocer. Invadir con mentiras y silencio.
Hay algo imposible de ser dicho que interferirá todas las comunicaciones.
Hay un campo de concentración lujoso pero no noble.
El contacto con los otros en lugar de ser lo que es, la ocasión del enriquecimiento subjetivo, es visto como la posibilidad de que se cuele el secreto macabro.
El dinero que da poder puede darles la impresión a algunos de que los niños, los seres humanos, se pueden comprar como objetos.
Los que cumplen un rol parental como plantea el psicoanalista Donald Winnicott, funcionan como un espejo que le permite al hijo la experiencia de existir: “El hecho de yo existo es visto o comprendido por alguien [...] Me es devuelta (como la imagen de un rostro reflejado en el espejo) la evidencia necesaria para saber que he sido reconocido como ser”.
¿Qué espejo puede ser una apropiadora? Espejo turbio donde se cuela lo siniestro que es lo familiar que se hace extraño, el crímen. Un delito que sigue sucediendo y que debe cesar para que el terror desaparezca y dé paso al dolor de pensar lo impensable, un dolor y un saber sin los que no se puede recuperar la libertad y abrirse al juego de la vida.

Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar
Publicado en Lumbre (Buenos Aires/La Pampa), Nº 100, Enero/Febrero 2010.
http://www.periodicolumbre.com.ar/

1 comentario:

Silvia Loustau dijo...

Como siepre, Cris, tus textos son excelentes, pero hay una imagen que pega muy fuerte, esa pregunta retórica:¿ Cuál es el espejo de una apropiadora?( cito de memeria), la respuesta es como la suma de todos los males.
Un abrazo de

Silvia Loustau