lunes, 31 de agosto de 2009

Especial: La Poesía es



Poetas seleccionados:

Diana Poblet - Flavio Giménez - Rubén Vedovaldi - Gabriela Abeal - Juan Ricardo Sagardía SANTOAMOR



Diana Poblet:
La ingenuidad


Fui aquella
Muchacha ojos de papel
despertando desnuda sobre escarcha
Rasguñé las piedras
cuando los ojos
las muchachas
los papeles y las piedras
pudieron desaparecer.

Fui un tatuaje de época
que marcó inviernos sin tibieza
con algún reflejo
que a veces
resiste
para que la belleza
no se extinga.

Insisto en el rescate
de la Historia estremecida
que apunta insomne
ametrallando letras.

Diana Poblet



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Flavio Giménez:
La casa quieta



Estiro el brazo
y el frío de la almohada
me recuerda tu ausencia...

El comedor a oscuras
y en silencio me rechaza,
la mesa tan vacía y tan sola
me explica que te extraña...

La cocina hecha a tu medida,
llena de tus olores y sabores
pregunta por tu andar
y tu magía de comidas...

La pieza de los chicos,
no grita ni alborota,
no reclama la leche,
ni se desacomoda...

La pieza, nuestra pieza
se queja a cada paso mío,
me reprocha los pantalones
mal tendidos y los libros
desparramados en la cama...

Por suerte tu ausencia
dura poco, lo suficiente
para enseñarme que si te vas
la casa queda quieta,
para que cuando vuelvas
la llenes con la vida con tus pasos
y la ilumines con tus andares
tus quehaceres y tus risas...


Para Marie, la persona que logra iluminar mi alma
y me rescata y, obvio, también para quienes comparten y llenan nuestras vidas.

Flavio Gimenez


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Rubén Vedovaldi:
Trama del mantra



el cuerpo nace a la luz de la luna
en la niebla
en un beso de sol

crece de madre o carece de padre
duerme en su cuna o lo siembra el rocío
viaja
enhebrado en el viento en la lluvia

el día del amor
todo es superfluo menos ese amor

busca

el tiempo surca su luz y su sombra
le arruga el horizonte
le sopla olvidos,
temores y ausencias

está solo en la vida y en la muerte

abrazado con alguien
o mendigando amor en cada esquina
es mi cuerpo
tu cuerpo cada cuerpo que se abre
puerto vivo del viaje,
tejido humano


Rubén Vedovaldi



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Gabriela Abeal:
Abstinencia de sonidos


Tal vez se quieran escapar de los placares, los esqueletos recostados mansamente.
Por eso espera el perro cauteloso, es su instinto enterrar los viejos huesos.

Tal vez la lluvia ya no quiera ser metáfora, y la lágrima ocupar el sitio de la pena.
La nostalgia colgarse de un viga, y que un perito establezca que la muerte fue accidente.

Tal vez “El pájaro azul de la felicidad” no llegue nunca a los labios de esa niña. Sobrevuele los misterios de los siglos y se lleve a los confines de este mundo la curvatura de la última sonrisa.

No existe cama que nos guarde por diez días y nos devuelva el entusiasmo saludable.

Ni jarabe que nos quite de un suspiro, las flemas que consumen al oxígeno.

Tal vez ya es tiempo de escucharnos sin palabras, dejar que hablen los arbustos y los ríos.

Hacer cuaresma de los actos putrefactos. Abstinencia de los verbos que se dicen, por costumbre, por el hábito apestado de predicar sembrando las semillas que no suelen darnos frutos comestibles.


Gabriela Abeal
Junio de 2009


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Juan Ricardo Sagardía SANTOAMOR:
Deseos de volver a vivir

En sus ojos
los viernes se llenaron
de inclementes delirios,
porque su película
desembocó
detrás de las sombras.

Exacto fantasma
lleno de incertidumbres.

Poros sin aire ni libertad,
por momentos
odia sus palabras
o contar noches
para que regrese la luz.

Su deseo de humanizarse
lo hace batirse
contra el dolor de la perdida.


Juan Ricardo Sagardía SANTOAMOR

Miguel Angel de Boer: Ese lugar



Al fin pude estar. En ese lugar. Ese día. Llegué alrededor de 10,30 horas luego de caminar a lo largo de las rejas cubiertas con las fotos de los compañeros desaparecidos, con sus rostros juveniles que tanto se sieguen pareciendo a la mía de aquel entonces. En la entrada principal ya se encontraban los miembros de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos y fui a abrazarla a Lidia y sus compañeras y después a Laura, con su cara iluminada y su pañuelo más blanco que nunca. Y nos quedamos así, juntos, muy juntos, asolados por el calor, ardiendo de emoción a la espera del momento del acto. Parecía que no faltaba nadie (éramos no menos de treinta mil) y a la vez las ausencias se nos hacían insoportables. Tal vez por eso algunas de las madres, que estaban mas hermosas que nunca, contaban sus historias de pérdidas, sufrimiento y ternura casi con naturalidad: "yo no sabía que mi hijo estaba aquí, pero cada vez que pasaba por aquí enfrente sentía una sensación espantosa"; "estudiaba abogacía, ahora tendría 53 años"; "y.. yo era joven… si lo tuve cuando tenía 20 años"; "yo también me lo pasé buscándolo y me mandaban de un lado para otro"; " tuve un cáncer en un riñón y me lo sacaron"; y yo las escuchaba como si fuera su hijo o como si pudiera haberlo sido. Conforme iba llegando mas gente nos apretujábamos contra el portón y el aire se hacia irrespirable. No recuerdo si antes o después del acto una madre, anciana, se desmayó a mis pies y sólo algunos me escucharon cuando dije que era médico para intervenir, pero rápidamente la llevaron para atenderla. Sentí pena por ella, tan viejita y pasando por eso. Por que todos estábamos pasando por eso: el calor, la sofocación y la intensa emoción de estar a las puertas de la ESMA, nada menos. Teniendo que recorrer por lo menos veintiocho años de historia, de esta historia. Y eso que se había hecho un cordón para que no se acercaran: "che, no aplasten a las madres", gritaban; "como vamos a querer aplastarlas", contestaban, con la tensión que se iba acrecentando, frente a lo que estaba aconteciendo y lo que estaba por acontecer. "Dejame pasar, yo también soy un sobreviviente" dijo uno; "aquí todos somos del palo" contestó otro, "pero mirá que me quiere correr con chapa, a mí que me comí años en La Perla", comentó creo que el Negro Juan. Parecía una competencia de sufrimiento, producto de vivencias, recuerdos y tantos sentimientos que todos estábamos atravesando. También había alegría, si cabe el término, porque era una alegría distinta a cualquier alegría. La que deviene no solo cuando se vive un jalón que se sabe histórico sino la de que, como fuera, sabíamos que estábamos allí vivos, en ese lugar, que a pesar de todo la "podíamos contar". Yo aproveché de abrazar a todos los que pude y de paso saludarlo a Copani "de hincha a hincha". También a Mario Villani, quien se alegro de conocerme "de cara", ya que solo nos conocíamos por internet. Al pobre no lo dejaban tranquilo con los reportajes y contaba una y otra vez su terrible experiencia hasta que pudo salir "al mundo de los vivos" según sus palabras. Cuando llegó el Presidente Kirchner todo se aceleró intempestivamente, por fuera y por dentro. Se abrieron las rejas y yo que con filmadora y máquina de fotos a cuestas, no quería perderme nada. De pronto cruzo delante de Hebe y las madres y me conmueve, como siempre, esa fortaleza inquebrantable que transmiten. El tiempo, como suele ocurrir en estas situaciones, parecía acelerarse y lentificarse a la vez. Ya una vez adentro sentí que estaba en otra realidad, y no se tome como una mera metáfora: madres, familiares y sobrevivientes en la escalera, una de ellas hablando y yo que casi no entendía lo que decía; compañeros y militantes deambulando sin saber donde ubicarse; yo que lo veo a Mario, si, Villani, abrazado a una compañera que lloraba en su pecho y aprovecho para abrazarlos y sentirme abrazado también, y el aire que se tornaba extraño y esas letras en el atrio: ESCUELA de MECANICA de la ARMADA, que mirábamos una y otra vez para ver si era cierto. Y las flores y fotos en la puerta. Y más llantos. Y cánticos. Y todos sin saber que hacer invadidos por múltiples percepciones. Al cabo de unos minutos comencé a caminar hacia el patio, internándome en el predio casi por inercia. Caminábamos prácticamente en silencio, no sé sin con temor o recelo, pero en mi caso con perplejidad, tratando de asimilar, sin conseguirlo, lo que veía y sentía. Murmullos y silencios que a la vez de respeto y agobio, eran un modo de tolerar los hechos que sabíamos habían ocurrido allí, precisamente, en ese lugar. Yo temía alucinar o escuchar gritos o ayes de dolor. Temía despertarme y encontrarme allí hace 22 o 28 años. Y supongo que a muchos les pasó lo mismo, pues la angustia, se palpaba y olía a cada paso. Parecía, y me sigue pareciendo, increíble que en ese mismo espacio, en otro tiempo hubiera ocurrido lo que ocurrió y que ahora pudiéramos estar allí. El espanto y la tristeza eran todo uno y de a poco fui rumbo al escenario donde iba realizarse el acto principal. Mi mente bullía y mi corazón palpitaba conforme avanzaba, hasta que llegó un momento en que sentí el aire irrespirable y rápidamente volví sobre mis pasos para ir por fuera adonde ya se escuchaba el Himno en la versión de Charlie. Después el poema de Ana María, las palabras de los Hijos, del Presi, y por fin la música que no podía ser sino con León, Víctor y Serrat. Yo aprovechaba para recobrar el aliento, mirar la gente, recorrer el cielo y el verde de los árboles. Y también observar con detenimiento el rostro de un chico, pequeño, aindiado, bello, con sus ojitos vivaces, jugando entre las piernas de su madre, sentada en el suelo, con una botella de plástico, ajeno a las circunstancias. El futuro es nuestro pensé que pensé tantas veces. Y allí, en ese lugar, como en tantos otros, hicieron lo que hicieron para que no lo fuera, pensé. Ojalá ese niño lo tenga, por todos lo que hicieron lo que hicieron para que fuera posible. El presente sigue siendo de lucha. Pese a ese lugar.

Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, Chubut, Marzo 28 de 2004.






Graciela Chajud: A las de mi generación



Vengo de una generación de dictadura y silencio.

Llevo una cicatriz en mi rodilla izquierda, que me duele cada vez que miro la canaleta de desagüe, en el frente del que fue el Cine Cuyo.

Vengo de una generación que obedeció ciertos dogmas, y que entendió que esos dogmas no servían para las siguientes generaciones.

Después de años, un día volví a Boedo, al mismo lugar que las sacaron a palazos, en los años setenta.

Esas chicas eran las de mi generación, las metieron en la parte trasera de una combi y yo… sin poder hacer nada.

Pude ver y sentir los golpes que les daban en sus cuerpos, temerosa crucé corriendo la avenida Boedo, hasta llegar al entonces cine Cuyo.

Allí caí, allí mi rodilla pegó contra la canaleta del desagüe, pero no sentí dolor en mi herida, a pesar que sangraba…

Mi dolor fue mirar lo que sucedía en la vereda de enfrente.

Yo no pude hacer nada más que observarlas, solo correr, solo ir hasta el hospital a que me suturen la lesión de mi pierna.



Después de muchos años, subí la escalera de ese departamento que fue de injusticia y sufrimiento, hoy es el teatro llamado Boedo XXI.

Toqué las paredes palmo a palmo, alcé la vista hacia los techos y pisé las baldosas que pisaron los zapatos de esas chicas, las de mi generación.

A las que les pegaron azotes en sus nucas, a las que tiraron como paquetes en esa camioneta gris clara, un frío invierno el 19 de julio de 1976, sobre la avenida Boedo al 800.

Graciela Chajud
gracielachajud@hotmail.com

Rescates: Arlt y la muerte de Di Giovanni



He visto Morir...
Crónica sobre la muerte de Severino Di Giovanni
Por Roberto Arlt

Las 5 menos 3 minutos. Rostros afanasos tras de las rejas. Cinco menos 2. Rechina el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres que se precipitan como si corrieran a tomar el tranvía. Sombras que dan grandes saltos por los corredores iluminados. Ruidos de culatas. Más sombras que galopan.
Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir.

La letanía.

Espacio de cielo azul. Adoquinado rústico. Prado verde. Una como silla de comedor en medio del prado. Tropa. Máuseres. Lámparas cuya luz castiga la obscuridad. Un rectángulo. Parece un ring. El ring de la muerte. Un oficial.
"..de acuerdo a las disposiciones... por violación del bando... ley número..."
El oficial bajo la pantalla enlozada. Frente a él, una cabeza. Un rostro que parece embadurnado en aceite rojo. Unos ojos terribles y fijos, barnizados de fiebre. Negro círculo de cabezas.
Es Severino Di Giovanni. Mandíbula prominente. Frente huída hacia las sienes como la de las panteras. Labios finos y extraordinariamente rojos. Frente roja. Mejillas rojas. Ojos renegridos por el efecto de luz. Grueso cuello desnudo. Pecho ribeteado por las solapas azules de la blusa. Los labios parecen llagas pulimentadas. Se entreabren lentamente y la lengua, más roja que un pimiento, lame los labios, los humedece. Ese cuerpo arde en temperatura. Paladea la muerte.
"..artículo número...ley de estado de sitio... superior tribunal... visto... pásese al superior tribunal... de guerra, tropa y suboficiales..."
Di Giovanni mira el rostro del oficial. Proyecta sobre ese rostro la fuerza tremenda de su mirada y de la voluntad que lo mantiene sereno.
"..estamos probando... apercíbase al teniente... Rizzo Patrón, vocales... tenientes coroneles... bando... dése copia... fija número..."
Di Giovanni se humedece los labios con la lengua. Escucha con atención, parece que analizara las cláusulas de un contrato cuyas estipulaciones son importantísimas. Mueve la cabeza con asentimiento, frente a la propiedad de los términos con que está redactada la sentencia.
"..Dése vista al ministro de Guerra... sea fusilado... firmado, secretario..."

Habla el Reo.

-Quisiera pedirle perdón al teniente defensor...
Una voz: -No puede hablar. Llévenlo.
El condenado camina como un pato. Los pies aherrojados con una barra de hierro a las esposas que amarran las manos. Atraviesa la franja de adoquinado rústico. Algunos espectadores se ríen. ¿Zoncera? ¿Nerviosidad? ¡Quien sabe!.
El reo se sienta reposadamente en el banquillo. Apoya la espalda y saca pecho. Mira arriba. Luego se inclina y parece, con las manos abandonadas entre las rodillas abiertas, un hombre que cuida el fuego mientras se calienta agua para tomar el mate.
Permanece así cuatro segundos. Un suboficial le cruza una soga al pecho, para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por tierra. Di Giovanni gira la cabeza de derecha a izquierda y se deja amarrar.
Ha formado el blanco pelotón de fusilero. El suboficial quiere vendar al condenado. Éste grita:
-Venda no.

Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso.
Surge una dificultad. El temor al rebote de las balas hace que se ordena a la tropa, perpendicular al pelotón fusilero, retirarse unos pasos.
Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?
-Pelotón, firme. Apunten.
La voz del reo estalla metálica, vibrante:
-¡Viva la anarquía!
-¡Fuego!

Resplandor subitáneo. Un cuerpo recio se ha convertido en una doblada lámina de papel. Las balas rompen la soga. El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas.
Fogonazo del tiro de gracia.

Muerto.

Las balas han escrito la última palabra en el cuerpo del reo. El rostro permanece sereno. Pálido. Los ojos entreabiertos. Un herrero a los pies del cadáver. Quita los remaches del grillete y de la barra de hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muerto. Un señor, que ha venido de frac y zapatos de baile, se retira con la galera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice una mala palabra.
Veo cuatro muchachos pálidos como muertos y desfigurados que se muerden los labios; son: Gauna, de La Razón, Álvarez de Última hora, Enrique Gonzáles Tuñón, de Crítica y Gómez, de El Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían. Pienso que a la entrada de la penitenciaría debería ponerse un cartel que rezara:

-Está prohibido reírse.
-Está prohibido concurrir con zapatos de baile.

Roberto Arlt
de "Aguafuertes Porteñas"
1º de febrero de 1931





Capusotto en el aire con audios y videos



"...Yo vengo de una generación hija del silencio y del horror. Tengo 48 años, en la dictadura tenía 15 años. Somos los hijos no sólo del horror, sino de que que cualquier manifestación política terminaba mal. Era "no te metás ni a palos". Mi generación fue criada con la teoría de los dos demonios y nosotros nos hemos encargado de opinar de otra manera. Hubo una sociedad que empezó a mirar diferente a la dictadura a partir de Malvinas. Le tocó el nacionalismo, elchauvinismo más barato y más primario con Malvinas. Esa tragedia que fue encarada cinematográficamente; y de pronto la gente se encontró con otro resultado y devino en eso: en una tragedia difícil de sostener."
(de la Entrevista de Hebe de Bonafini para "AM 530, La Voz de las Madres" y publicado en "Sueños Compartidos" Nº 1 - Agosto de 2009)

"Me parece que algunos comunicadores han construído un espacio casi sagrado de opinión como si fuese un campo minado por donde la realidad transita. Construyen una especie de teatralidad pero no en el teatro, donde desde una mentira se puede contar una verdad, y desde una supuesta verdad te están contando una mentira."
(de la Entrevista de María Mansilla para "Hecho en Buenos Aires", Nº 108 - Julio de 2009)

"Nosotros estamos fuera de la lógica televisiva. Es nuestra elección. De todas maneras, por el sólo hecho de trabajar en los medios ya no pertenecemos a ningún lugar marginal, periférico. Por eso estamos en un canal donde nadie nos dice que tenemos que hacer 30 programas por año porque es un éxito. En otro canal podríamos estar, pero tendríamos muchas charlas con los directivos previas a la salida al aire, cosa que no nos interesa. No por soberbia, sino porque creemos que las cosas más genuinas tienen que definirse en un ámbito más cerrado, que no es otro que el que incluye a aquellos que hacemos el programa. El equipo tiene una pertenencia con el programa que no pasa en la TV, donde todo es más industrial, se marca tarjeta y se busca la eficacia. Es como un restaurante que va sacando papas fritas y como se venden no cambia el aceite y las papas terminan siendo una mierda. Nosotros preferimos hacer un par de platitos que sabemos hacer bien."
(de la Entrevista de Emanuel Respighi para "Página 12", 29/08/2009)




Para escuchar a Capusotto:

Los 5 primeros audios de "¿Hasta cuándo?" de su programa radial "Lucy en el cielo con Capusottos", FM 95.9 Rock & Pop, sábados y domingos 20hs.:

¿Hasta cuándo? 1
http://www.youtube.com/watch?v=oOv_-dRhuds&feature=related

¿Hasta cuándo? 2
http://www.youtube.com/watch?v=BMKqD5GzAPM&feature=related

¿Hasta cuándo? 3
http://www.youtube.com/watch?v=AMdPpS4UDAw&feature=related

¿Hasta cuándo? 4 y 5
http://www.youtube.com/watch?v=IIChfkxv0XI http://www.youtube.com/watch?v=oX8OHByWkKc



Desde el 31/08/2009 en Canal 7 todos los lunes a las 23 hs. (sólo ocho programas): "Peter Capusotto y sus videos"




Carta Abierta 6

Carta Abierta/6
Jueves, 20 de Agosto de 2009 10:24
En la esquina de Defensa e Independencia


No somos mujeres y hombres del escándalo, nuestras conciencias no son saltimbanquis de la alarma. Al contrario: los hechos graves como el de la pobreza de amplios sectores de la población nos atañen. La pobreza atañe al fondo último de nuestros compromisos, la idea de igualdad, nuestras antiguas y recientes militancias. Nos compete, nos atraviesa. Por eso podemos decir: no nos escandaliza. El escándalo es gesto espectacular y ademán avieso. El rostro de los pobres se vuelve superficie de inscripción de llamados evangélicos, sacralidades disponibles, obsceno plano televisivo y objeto de malversación política. Nos atañen tanto las vidas dañadas por la miseria como su circulación en un imaginario que las despoja de creación, potencia y libertad.

Un presidente que desguazó las anteriores tramas sociales pudo decir “pobres habrá siempre” mientras creaba las condiciones para un inédito hundimiento de los salarios y los empleos. La conmoción del 2001 hizo visibles a contingentes de desocupados que habían encontrado en su exclusión el ímpetu para un descubrimiento de sus propias facultades organizativas y políticas. El gobierno iniciado en 2003 pensó al trabajo como una vía de recuperación de la dignidad para los desposeídos. Expansión del empleo y paritarias fueron las llaves precisas y, a la vez, el horizonte deseado. Detenido el ciclo, en la tormenta del mundo, la pobreza se hizo tópico de lo irresuelto. También, núcleo rutilante de una confrontación que es necesario deshojar.

En una iglesia de Liniers, en los palacios vaticanos, en los palcos ruralistas y en los grandes medios se agitan hilos que provienen del mismo ovillo. Ovillo que es idea: es posible aunar la mayor riqueza –dada por la propiedad privada de ciertos recursos- con la asistencia caritativa a los más pobres. Campo y Cáritas. Soja y comedor popular. Para que ese enlace sea fructífero y económico debe prescindir de lo que es visto como poder coercitivo y expoliador: el Estado. Y también del enlace de la cuestión de la pobreza con los temas de la justicia y la igualdad. Pobres habrá siempre, para atenderlos está Cáritas. La limosna es la vía celeste para unos y la sobrevivencia menoscabada para otros. Contra ella es necesario volver a situar la defensa de lo público, el engarce de la cuestión social con otros modos de la justicia y la apuesta no a la victimización de lo popular sino a su recreación política.

¿La justicia pendiente del presente no está ligada a la justicia respecto de un pasado criminal? ¿No está la deuda social impaga vinculada a una renovada reflexión sobre las condiciones de una redistribución del ingreso que afecte no sólo a los trabajadores en blanco? ¿Es posible encarar medidas imprescindibles, como un plan orientado a la resolución de las necesidades alimentarias de la población, que tenga alcance nacional y solidez nutricional, sin herramientas impositivas y recaudatorias? Sin retenciones hay limosna. Con retenciones: debate público y politización.

Decir eso suena a mala palabra: ¡quiénes son los extraviados que en el contexto de un ataque masivo a la política reclaman mayor politización! Nosotros: en la intersección, ya lo decimos, de Defensa e Independencia. En otras esquinas priman otros tonos: la indignación y la sospecha. El hombre típico de Corrientes y Esmeralda es hoy alguien que sospecha. Alguien que ve, tras los discursos y los valores de la política, una razón oscura que sería su verdadero sentido. Una razón material, crematística, que funcionaría como hilo explicativo de toda conducta pública. ¡Quién les paga!, es el grito de guerra en una Argentina con una larga devastación de las conductas políticas. Contemporáneo a ese sentimiento está el de la indignación, el ademán del usuario enojado, del ciudadano reclamante, del movilero agitado en persecuciones varias, del periodista de piso que frunce el ceño. ¡Hasta cuándo!, resuena como eco. Entre la sospecha y la indignación se sumerge la vida política del país. Quizás el ejemplo más claro de esto es la mutación de la condición del lector en gritón de los diarios digitales: ya no es el que acude a un encuentro con lo desconocido -que le exige no poca disposición amorosa para comprender- sino el que lee como excusa para el rezongo o la suspicacia insidiosa. Es el rumor mismo, la pasión arraigada en los subsuelos de los modos de vida que agrieta los cimientos mismos de lo público. Alimentados por una larga historia de desalientos y exacciones. Recreados como fábula moral en las usinas mediáticas. La nueva derecha vive en esos relatos y hace de ellos santo y seña.

Hoy esos ríos profundos de la vida contemporánea minan las bases de la gobernabilidad. Lo hacen ahora con el gobierno nacional. Lo harán luego contra otras representaciones. Lo que en su momento llamamos destituyente es eso: una articulación y un impulso, una organización de sentimientos difusos para dirigirlos, sin pausa y sin errancia, contra un objetivo determinado. Por eso los jefes de ese movimiento no son hombres de la política, aunque ellos pretendan usufructuar sus resultados inmediatos. En el fondo se intuyen las futuras víctimas si no logran pactar con ese sordo rumor. Nadie es creíble, nadie está firme. Parecen a salvo aquellos que se escudan en el reconocimiento directo de las razones mercantiles: los que declaman sus historias empresarias, los que piensan la política como un momento más de la expansión de los negocios. Bajo sospecha quedan aquellos que intentan recurrir a los discursos ideológicos o a las tradiciones políticas. Los que confiesan se convierten en testigos protegidos del juicio al entero sistema partidario.

¿Puede reconstituirse lo público en un tembladeral animado por esas fuerzas sentimentales y anímicas? ¿Puede reconstituirse lo público amenazado por la sensibilidad del miedo, la sospecha y la indignación? ¿Qué política podrá sustraerse de esa atmósfera en la que se reclama el reino desembozado de los intereses privados, porque finalmente serían los únicos sinceros?

Una elección parlamentaria ha transcurrido hace algunas semanas. Los resultados fueron adversos para el proyecto que desde estas cartas acompañamos. En cierto sentido, las advertencias que recorrían los escritos anteriores fueron confirmadas: crecieron electoralmente los adalides de la restauración conservadora, fueron ungidos los que debaten en sus gabinetes cerrados si apurar el paso hasta la caída o dejar llegar las cosas –el gobierno exánime- hasta el 2011. El triunfo de Unión Pro en la provincia de Buenos Aires, con un candidato que exhibe como méritos una caudalosa fortuna y destrezas televisivas, pone en evidencia la articulación política de los rasgos profundos de la época: el llamado a la desnuda presencia de las razones mercantiles como latir vital de la actividad pública y la mediatización de la política, convertida en mero apéndice de ficciones publicitarias que toman inspiraciones épicas –en una época que sin embargo pretenden disciplinada por las grandes fuerzas corporativas económicas- y se basan en idealizaciones de la vida popular –cuando estamos en un tiempo en que lo popular resiste dificultosamente la segmentación brutal de las experiencias colectivas-. Esos rasgos no los inventó la derecha. A lo sumo, sus políticos y publicistas son los que más descarnadamente, sin culpa y sin velos, los incorporan y expanden y por ello pueden recibir los mejores dividendos. Los que se mueven como peces en el agua en la sociedad del espectáculo.

La elección de junio hizo visible la debilidad en la construcción de otra escena para la política. De una escena en la que las fuerzas provengan de la militancia popular y no de las mediciones de rating, en la que los candidatos y funcionarios se elijan menos por la opinión pública y más por sus compromisos persistentes, en la que los diálogos tengan menos de representación de roles que de apertura a problemas, en la que el voto se dirima por la defensa de las condiciones reales de vida y no por la presión de los conjurados mediáticos. ¿No serían éstos menos eficaces en su monserga destituyente si estuvieran menos impagas las deudas sociales? Al gobierno lo atacan los jefes agromediáticos por sus aciertos y no por sus errores. Pero en las urnas perdió también por sus traspiés, sus titubeos, sus debilidades. En manos de un electorado que parece más tomado por el desánimo o la apatía que por el entusiasta abrazo a las consignas de derecha.

La restauración conservadora está en curso y en ella se unifican poderes corporativos –el empresariado nucleado en AEA, la airada mesa de enlace, el bloque mediático y algunos políticos-. Sin embargo no puede pavonearse de legitimidad por el resultado electoral. Porque no está mellada la capacidad gubernamental y porque en los cuartos oscuros también fueron ungidas representaciones parlamentarias que arrojan a la escena problemas necesarios de ser tratados en pos de una sociedad más equitativa y justa.

Si el proceso abierto en el 2003 estuviera cerrado, si sólo quedase la organización de una retirada ordenada, el gesto de la crítica sería intento de autoexclusión de la derrota. Una precaria salvación. Por el contrario, si hay que mencionar errores es en función de otra hipótesis: la de que hay un núcleo de valores fundamentales de este proceso que es necesario no sólo defender sino expandir en los próximos dos años. Y que se defienden y se expanden si hay capacidad de reinventar a la vez políticas de gobierno y de impulso de las autónomas voluntades militantes. Si hay capacidad de pensar como interlocutores no a las corporaciones con sus poderes de veto y sus agitadas amenazas sino a los argentinos de a pie: a esos que tienen el poder de su reunión, su fuerza y su voluntad.

Las urnas hablaron, pero su mensaje no tiene por qué ser aquel que los personeros de la destitución creen escuchar. Al contrario, muchos leyeron en ellas el llamado a un activismo renovado, capaz de procurar ámbitos de encuentro, creación de ideas en común, imaginativas defensas de lo público. En algunos lugares el nombre de Carta abierta bautizó esas experiencias que cavan el presente no sólo para atrincherarse en la prioritaria defensa de un gobierno legítimo sino también para encontrar los destellos de una política renacida. En muchas ciudades los hombres se reúnen en Defensa e Independencia. Quizás porque esa esquina siempre esté en el núcleo más íntimo de nuestras búsquedas.

No venimos aquí, al púlpito de la esquina, a presentar la cartilla para la reconstrucción de una militancia popular. Por el contrario: venimos a decir que estamos perplejos y asombrados. Que a la vez que hay indicios de la posibilidad cierta de una catástrofe conservadora hay un énfasis del gobierno en no retroceder en sus decisiones fundamentales y los hay también de una múltiple voluntad colectiva. Podríamos decir: falta la construcción. Nos privamos de hacerlo, para que quede el vacío ruidoso de aquello que no sabemos ni qué sería ni cómo se hace. Apenas intuimos, y que valga como susurro, que mucho de pasión por el presente, de donación a los entusiasmos de lo que viene y de renuncia a las rigideces del pasado, serán actitudes necesarias.

¿Estamos pidiendo más a un gobierno cuya existencia está, sin dudas, amenazada? ¿Estamos concurriendo a la conjura de las exigencias que pueden alterar la vida institucional? ¿Es tiempo de solicitar, una vez más, profundización de los cambios, o sólo se trata de apegarnos a los hechos, a un realismo de la continuidad, para evitar lo peor: la desestabilización, el ascenso brusco de las derechas, el triunfo de las más radicales presiones corporativas, el escenario hondureño? El gobierno está sitiado. Por una confluencia que quizás nadie pueda detener. En el sitio conjuga gestos defensivos, audacias inesperadas y perseverantes compromisos. Entre estos últimos, la actitud de condena frente al golpe en Honduras ante la indiferencia de muchos e incluso la crítica obtusa ante la decisión de la Presidenta de ir al lugar de los hechos para dejar claro que la recuperación democrática en ese país no sólo reclama la acción de las cancillerías o de las instancias diplomáticas internacionales. Honduras nos atañe. Habla de nosotros. Como Argentina habla de Bolivia. Y Bolivia de Venezuela. Y Venezuela de Ecuador. Destinos cruzados y necesidades mutuas en un contexto signado por la expansión de la presencia estadounidense en Colombia de un modo que remeda, amenazante, las viejas prácticas imperiales.

En cuanto a la actitud que el gobierno de Cristina Fernández debiera tener en esta situación amenazada, algunos prescriben concesiones ante grupos de presión; otros la defensa de las políticas económicas sostenidas. Si solicitamos más, es porque consideramos que esa defensa sólo puede desplegarse sobre la constitución de un horizonte político, sobre el hallazgo colectivo de un proyecto que exceda y desborde la actualidad, sobre el sueño común de reinvención de lo público. Sin esa dimensión utópica, sin esa perspectiva que reinscriba los hechos cotidianos en un relato que los excede y potencia, no hay renovación de las posibilidades gubernamentales pero tampoco de las políticas populares. La idea de cambio fue, publicitariamente, capturada por las derechas mientras el gobierno hizo campañas de reivindicación de lo hecho. Pero la política no es el cierre sobre el presente, salvo que se resigne a devenir administración de lo dado. Es desde las fuerzas que efectivamente han transformado mucho en este país y en estos años, desde las fuerzas que han puesto en discusión razones profundas de la transformación social, que se debe recuperar la invocación al cambio. El llamado a la construcción de una sociedad emancipada de sus grilletes y reparadora de sus injusticias.

Se hizo, es cierto. Defendemos lo hecho. Pero lo que pende es fundamental: la reposición de las instituciones estatales en las condiciones de producción contemporáneas, el planteo de un sistema impositivo que tenga un carácter progresivo o desplegar nuevas regulaciones al capital financiero, son algunas. Otras ya las hemos mencionado. Insistimos: no como gestores de un balance de una empresa en quiebra. Sino como trabajadores de su recuperación. La nación está en juego. Y las vísperas del bicentenario podrían ser ocasión de una apuesta imaginativa que desborde los fastos conmemorativos y los rituales previsibles. De una apuesta que incluya los temas postergados de la emancipación, como la relación entre la nación y las comunidades culturales y étnicas que la precedieron. La reivindicación de los pueblos originarios presupone una profunda invitación a poner en cuestión los fundamentos culturales que nos cobijan, no para abandonar los que nos son comunes sino para que nos sean comunes los que surjan de nuevas revisiones históricas.

La idea de que es necesario reabrir las posibilidades de la historia, no puede escindirse de la emergencia renovada de organizaciones populares. ¿A quién le habla el gobierno cuando habla?, es una pregunta que si notoriamente está vinculada con los estilos comunicacionales dice también sobre cuestiones estratégicas. Porque a la escena de las presiones de las corporaciones patronales sólo se la combate con una escena de escucha y conversación con los partidos políticos populares y con los movimientos sociales. Y a la escena de los titiriteros mediáticos se la confronta no sólo con medios públicos -que son necesarios-, no sólo con la democratización que supone una ley de servicios audiovisuales -que es urgente e imprescindible-, sino también con una escena política autonomizada de la lógica mediática. Incluso, la que ocurra en los esfuerzos últimos que realicemos para que nuestra propia conciencia vuelva a albergar la noción básica de autonomía crítica, ética de convicción y templadas responsabilidades para reconstruir un sentido de verdad ante las derechas que en el vaciadero de los conceptos, se revisten con los viejos temas de las izquierdas. No es que las ideologías hayan desaparecido, sino que se las modula como una más de las mercancías que se le ofrecen al consumidor.

Alguna vez dijimos que a las acciones de este gobierno, incluso a algunas de las más relevantes, les faltaba lo previo: una cierta elaboración en la cual se inscribieran con la fuerza necesaria, pero también su enhebramiento con un entramado de voluntades y activismo, capaz de proponer temas, de situar problemas, de hacer y defender políticas. No se trata sólo del horizonte político futuro. Incluso la institucionalidad gubernamental requiere, para sustentarse sin graves cesiones a los poderes corporativos -que encuentran hoy en el empresariado más concentrado un programa completo de transformación de la economía argentina- , de una revitalización de las organizaciones populares.

Eso que falta es necesario para preservar los aspectos más profundos y relevantes de estos años. Para preservar y expandir la política de derechos humanos; la integración regional; los derechos laborales; decisiones soberanas respecto de los organismos financieros internacionales; instituciones de defensa alejadas de las doctrinas de la represión; la inversión de recursos en ciencia y técnica. Preservar y expandir es, también, ir más allá de una concepción economicista que sitúa al crecimiento como estrategia rectora última. La crisis mundial dejó interrumpido ese camino de expansión de la inversión, empleo y mercado interno. La idea de distribución de la riqueza vino asociada no sólo a un retintineo promisorio sino a la efectiva reactivación de la economía. La crisis afecta ese despliegue, que quizás tenía núcleos internos que lo volvían ciego ante ciertas situaciones de exclusión y desigualdad social.

El debate sobre las asignaciones familiares a trabajadores informales o a desocupados, la idea de ingreso universal de ciudadanía, los planes diferenciados para atender situaciones de pobreza, fue postergado en función de una perspectiva economicista. La ausencia de políticas reparatorias que atenuaran las desigualdades dentro del interior del mundo laboral, aligeró como palabras al viento aquellas que nombraban las efectivas medidas de justicia existentes. ¿No tuvieron relación los resultados electorales con esa ausencia? Porque no hay metáfora más errónea que la de traición, que supone a los votantes como seres arrastrados a una decisión cuyo sentido ignoran. Hay, en todo caso, un disgusto, una necesidad, una crítica, que benefició, especialmente, a los dirigentes surgidos de las falanges restauradoras y los gabinetes fantochescos que inventan políticos por encargo. Lamentamos esa decisión emanada de las urnas. Pero no serán las explicaciones consoladoras las que permitan revertirla.

La reversión es posible, pero requiere un modo novedoso de tratar lo público. De volver a considerar lo público. Está en juego eso en la política nacional pero también en la ciudad de Buenos Aires, en esta ciudad con sus plazas en las que se leen estas cartas, con sus edificios sanitarios amenazados por operaciones inmobiliarias, con sus parapoliciales que desalojan espacios comunitarios, con sus jefes de policía que surgen de las más tenebrosas historias de encubrimientos y exacciones. Medidas que pretenden hacer campo raso de lo heterogéneo y de la ciudad laboratorio de la nueva derecha. Nuestra calle, aquí, es Resistencia.

El jefe de gobierno de esta ciudad es un empresario. Como tal parece menos enjuiciable que los hombres de la política. Ante el banquillo del juicio que la sociedad mediática encara, se lo presume inocente. Quizás no del todo, pero sí más que aquellos que hablan más de política que de negocios. Por eso, puede reírse de las combinaciones entre tintorerías y prostíbulos en los barrios pobres de la ciudad. Ha ordenado desalojar huertas y expulsar hombres y mujeres sin techo. Ha burlado a los docentes y a los trabajadores de la salud. Ha imaginado desalojar los antiguos neurosiquiátricos, menos por un libertarismo antimanicomial que por la valorización de los terrenos. Ha nombrado un jefe de policía en cuyo nombre se anuncia la acentuación de estrategias represivas y de funcionamientos corruptos. Perdiendo votos, sin embargo ha ganado las elecciones. Quizás porque en figuras así se condensan las fuerzas anímicas del miedo, la sospecha y la indignación.

No es un problema de los porteños. En Nueva York le pagan a los desocupados un pasaje de ida para privar de su miseria a la ciudad. Pero esta es nuestra ciudad: en ella debemos disputar cada esquina, cada barrio, cada discurso y cada idea. Contra esa articulación reaccionaria, es necesario situar una agenda de recuperación de lo público: del espacio, de las conversaciones, de las políticas, de las instituciones, de los recursos naturales, de las facultades humanas. El mercado, sabemos, es capaz de apropiarse y gestionar todo eso, bajo la lógica de la ganancia y el rendimiento comercial. Y hay políticas estatales que se subordinan a la obediencia de esa lógica. Incluso, algunas políticas nacionales, como la que regula la minería, en la que prima la explotación inmediata antes que el resguardo de los derechos comunitarios. Recuperar lo público es poner en cuestión esos criterios, situarlos en el marco de una discusión que no debe aceptar para sí los límites de lo ya dado, sino que debe constituir el horizonte utópico y realizable de lo porvenir.

Hay mucho que preservar y hay mucho por hacer. Aunque minado por la sospecha y la indignación existe un terreno en el que eso se dirime: la política. Las diversas tradiciones ideológicas que han puesto el acento en lo popular y sus potencias tienen ante sí un desafío mayúsculo: el de considerar su confluencia sin exclusiones, su situación sin mezquindades y el futuro con inédita imaginación.

Aquí en esta esquina somos una suerte de conjurados. En defensa de un conjunto de políticas desplegadas desde el 2003 y del derecho del gobierno a perseverar en ese camino y con la independencia de criterio que nos dan nuestras propias experiencias, valores, ideas. Nuestro llamado al coraje colectivo contra el operativo derrumbe no resuena en el eco de los espacios vacíos. Al contrario, rebota en los cuerpos, se ahínca en los sueños, se intercambia en la reflexión común. Por eso creemos que no se puede hablar de derrota ni de victoria ni nos está dado el tono de la certeza. Sí saber que lo que sucede nos atañe. Y por eso no nos escandaliza.

Fuente: http://cartaabierta.org.ar/index.php/cartas/carta-abierta6/71-carta6

jueves, 20 de agosto de 2009


Adhesión de La Máquina de Escribir

Borges, Bioy y el fútbol



Manuel Barrientos aporta una visión particular sobre el debate del fútbol y la televisión, recurriendo a Borges y Bioy Casares.


Por Manuel Barrientos *

“Viejo turista de la zona de Núñez y aledaños, no dejé de notar que venía faltando en su lugar de siempre el monumental estadio de River”, comenta Bustos Domecq, el personaje creado por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, en “Esse est percipi”, publicado en 1967.

Azorado, el narrador se acerca hacia las oficinas de un viejo amigo, Tulio Savastano, a la sazón presidente del club Abasto Juniors. Dando una chupada postrímera a su bombilla exhausta, Savastano lo introduce en la realidad del fútbol argentino: “No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es una patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del ’37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman”.

Con fina ironía e indudable cinismo, los escritores advierten sobre el avance del poder de las cadenas televisivas sobre el fútbol. Cuarenta años después de aquel relato, la comercialización de los derechos de transmisión representan la piedra basal de los ingresos de los clubes y las asociaciones de fútbol. De los 20 clubes más importantes de Europa, sólo el Celtic escocés percibe una suma mayor por la venta de entradas que por los derechos televisivos.

La asociación con las empresas televisivas posibilitó un crecimiento exponencial del volumen de negocios que gira alrededor del fútbol. Los adelantos tecnológicos en la transmisión satelital y la expansión de los canales de cable brindan difusión en directo en todo el mundo. Se consolida un esquema con dos polos: emisión centralizada, recepción privatizada (y abonada vía pay per view).

Manchester United, Real Madrid, Barcelona o Boca Juniors venden camisetas y organizan giras por los rincones más lejanos del planeta. La última final de la Supercopa de Italia entre Lazio (de Roma) e Inter (de Milán) se jugó en el Estadio Olímpico de... Beijing.

Conocidos de forma internacional, el precio de la transferencia de los jugadores llega a tasas astronómicas. La difusión masiva del fútbol atrae más sponsors y potencia la venta de merchandising deportivo.

La lógica de consumo eleva los montos en juego pero, a la vez, empobrece a los clubes. Las empresas televisivas gobiernan e imponen condiciones sobre los contratos. Los clubes reciben menos dinero por los derechos de televisación y cae la venta de entradas. Vacías, las hinchadas son hegemonizadas por las barras bravas.

La transmisión en directo requiere novedad perpetua. El rating no sólo exige resultados a los clubes, también noticias explosivas y escándalos minuto a minuto. Como los políticos y las estrellas de la farándula, los futbolistas se someten a una lógica implacable: hoy ser es ser visto en televisión. “Esse est percipi”. Jugadores con más horas en pantalla que partidos en primera se transforman en astros indispensables.

Técnicos y futbolistas se vuelven recursos disponibles. Y siempre reemplazables. Ante la primera derrota, hay que realizar recambios. Poco valen las glorias vividas en el torneo anterior, todo es presente continuo. Pero sorprender con algo nuevo requiere dinero no presupuestado. En plena temporada deben salir a la caza del jugador del momento. Los futbolistas se acumulan en los planteles y los clubes llegan a pagar el sueldo del técnico actual y de dos o tres anteriores de forma simultánea. Las exigencias obligan a contraer deudas a futuro. Los clubes más chicos, con menos ingresos por derechos televisivos y venta de merchandising, se ven obligados a vender jugadores que sólo son promesas.

Mientras, señalan Borges y Bioy, “el género humano está en casa, repantigado, atento a la pantalla o al locutor, cuando no a la prensa amarilla. ¿Qué más quiere, Domecq? Es la marca gigante de los siglos, el ritmo del progreso que se impone”.

Ahora, luego de muchos años, se abre la posibilidad de debatir si otro modelo de fútbol es posible. Tal vez, un fútbol con nuevas y diversas voces, sin restricciones de ingreso ni derechos exclusivos. Un fútbol que no sea sólo un relato espectacular y masivo, sino también un hecho social, cultural y popular. Un fútbol un poco menos ansioso y que pueda darse un horizonte de futuro.

* Licenciado en Comunicación Social, UBA.
Permalink:
http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-130202.html

Eduardo Galeano: Aquí la odian



Sin bajar la voz la llaman la Forastera o la Mesalina, y secreteando le dan nombres peores. Dicen que por ella anda Bolívar pesado de sombras y acribillado de arrugas y que en la cama quema sus talentos.
Manuela Sáenz ha peleado a lanza en Ayacucho. Los bigotes que arrancó a un enemigo fueron talismán del ejército patriota. Cuando Lima se amotinó contra Bolívar, ella se disfrazó de hombre y recorrió los cuarteles con una pistola y una bolsa de dinero. Aquí, en Bogotá, se pasea a la sombra de los cerezos, vestida de capitana y escoltada por dos negras que llevan uniformes de húsares.
Hace algunas noches, en una fiesta, fusiló a un muñeco de trapo contra la pared, bajo un letrero que decía: Francisco de Paula Santander muere por traidor. Santander ha crecido a la sombra de Bolívar, en los años de la guerra: fue Bolívar quien lo nombró vicepresidente. Ahora Santander quisiera asesinar al monarca sin corona en algún baile de máscaras o asalto a traición.
el sereno de Bogotá, farol en mano, da la última voz. Le contestan las campanadas de la iglesia, que asustan al Diablo y llaman a recogerse.
Suenen balazos, caen los guardias. Irrumpen los asesinos escaleras arriba. Gracias a Manuela, que los distrae mintiendo, Bolívar alcanza a escapar por la ventana.

Eduardo Galeano
De 1828 Bogotá. Memoria del fuego: Las caras y las máscaras.

Virginia Edit Perrone: Trazos de Agosto






Barro, Tinaja, Barca Morena soy,
entre mis mares tengo un lienzo de
seda y un puñado de arenas.

*****

Ahí donde no hay nada, todo lo
consume, voraz como el asombro
calla
hasta que las grietas den su
última sal.


*****

El fuego de la sombra quema
pájaros, Palabras replegadas sobre
una cicatriz.


*****

Quién te escupió huecos donde los pájaros
hacían nidos, peñón de ausencia.


*****

Un fósforo lo enciende vino, arde luz,
ebrio y sensual regresa de su largo destierro.
Yo me Olimpo en sutil engaño y que Apolo me
diga –llegó el Poema, y yo me engañe.


*****


Combá la cuerda, recorrela ríspida, hasta
que este Blues se haga templo.


*****


Y si soy una pisada tuya.
Si soy sólo la huella de tu arena.


*****


Esa sombra que compraste espejo y duerme
tus noches, afila con un corcho cada cuchillo
hasta que la cuerda sea sólo ausencia.


*****


Aquí desagotan las tristezas, los corchos, las
miserias, las tardes sin amor. Un perro aúlla
noches de seda desde una costura de la luna,
y yo le digo lobo.


*****


Amarrado al clavo de olor, a la leche de arroz,
herido de canela y menta, labriego encadenado,
tan Minotauro sucumbido infancia.

Poesía para Honduras



“Cuando los medios callan, las paredes hablan”
Pintado en una pared de Tegucigalpa


Gabriel Impaglione (Argentina):


No te deshondures aunque el verde
digan ya no es verde
y hablen de carbones y sequías
y te inventen renacimientos de fábula.

No te deshondures aunque duelas
de dentellada y cárcel
y vengan a vaciar el corazón
como si entendieran que es la patria.

Inventarán salpicaduras en la hierba
huecos en el aire donde una gota
de ay será imposible.

Lanzarán perros a la calle
sombras que electrificarán
la noche y sus umbrales.

No te deshondures aunque arda
la herida la ciudad cada montaña,
del fuego nacen las banderas
allí se templan las espadas del día.

Contaminarán el agua, con sus babas
todo aquello que florecía
será piedra gastada, quemado hueso
pestilencia voraz, ruina, telaraña.

No te deshondures aunque caiga
a tu lado el codo que empujaba
la marcha el coro la mañana,
toma de su boca el grito que no sale
y estállalo en el centro de la hora.

Cada tú que alza el cañón del puño
es un nosotros distribuido en el viento,
cada tú que sueña es el canto universal
que rompe muros y se desentraña.

No te deshondures.

Gabriel Impaglione
(de "parte de guerra, panfletos y otras anotaciones")
impaglioneg@yahoo.es



Jorge Luis Oviedo (Honduras):

Ha vuelto la barbarie

Vieja,
Calva,
Terca,
Testaruda,
Muy testadura;

Sin memoria,
Sin conciencia,
Despiadada;
Terriblemente despiadada;

De largas uñas,
De afilados colmillos y
Sedienta de sangre,
Ha vuelto la barbarie.
Apertrechada como un tanque,
Recubierta de hojalata,
Con escudos,
Con metrallas,
Con garrotes,
Con estruendo,
Entre bombas lacrimógenas,
Mostrando garras y colmillos
Ha vuelto la barbarie.

Y como en los viejos tiempos
(Aquellos tiempos
Que parecían olvidados
En los rincones de los libros
En cenizas páginas,
En trastiendas recónditas)
Ha vuelto;
Se la puede ver durante el día,
De blanco almidonado
O de nítidos trajes azules
O de negro total;
Y encapuchada
Embiste como un toro de lidia,
Arremetiendo con instinto asesino,
Contra toda humana razón,
Contra todo cuerpo indefenso.

Y se la ve en el culto
Con las manos elevadas,
Clamando al cielo
O se la ve de rodillas
Frente al Cristo crucificado
Con traje clerical y de bonete rojo;
Antes de apretar el gatillo del fusil
Y destrozar una cabeza más.

La Barbarie ha vuelto
Y se apellida hoy:
Michelleti,
Canahuati,
Vásquez o Ferrari,
Como se apellidaba ayer:
Rosas,
Ubico,
Trujillo,
Carías o Somoza.


Jorge Luis Oviedo

Fuente: Isla Negra 5/197 - Agosto de 2009
revistaislanegra@yahoo.es
http://isla_negra.zoomblog.com/


Martes 8 de Septiembre - 19 hs.
en la Biblioteca Nacional (Sala Cortázar)

Presentación del libro de Cristina Villanueva:

RELACIONES TEXTUALES

Escritor invitado: Héctor Freire
Lectura de textos: Carolina Francisco

ediciones patagonia


Biblioteca Nacional
Aguero 2500
Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Cristina Villanueva: El lector



La mujer se extiende como un libro. Va hacia adentro, le prende ojos en el desliz de la línea cuando se curva. Ella se parte en ángulos a golpes de miradas, fosforece. Quiere ser un libro que él leerá y en el que él hará marcas. El señalador es la escritura, la palabra. No hay cuerpo sin palabras. Un idioma se busca, se articula en el borde. La mujer sin saberlo tiene la historia de la literatura en la piel, la Biblia que no leyó. Es Sara dándose vuelta, Madame Bovary, una Lolita, princesa en la torre del castillo, la isla desconocida. Es Nora, una virgen, Cordelia, Lilith, la Malena del tango, una Dulcinea imaginada, Medea y la Medusa, Ariadna generosa en los hilos y las chicas de Flores cortándose en pedacitos para ofrecerse a la mirada de los hombres. La voz es una mirada, los roces escrituras. Ella tendida entre los siglos, espera su lector. El cierra el libro que leía antes de desear leerla a ella. El libro que tenía abierto él con un símbolo que le decía "sos esto". Ahora se deshacen las certezas y esas dos lenguas se mestizan, escriben.
Saben el comienzo y nada más. La cortina se cierra como el libro y ellos balbucean en el intento de decir lo imposible.

Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar

Mónica Russomanno: Las aguas y los dioses



En este lugar, aquí, en este hermoso lugar hay verde. Aquí, en este sitio existe el verdor. Aquí es bello, aquí hay plantas. Eso decíamos. Nosotros, los mapuches, nosotros, los salvajes ignaros decíamos Carhué y era decir nuestra casa, era decir la tierra, era decir mi familia, mi ancestro más remoto, mi vida. Decíamos Carhué y decíamos amo la tierra verde. Y el lago Epecuén nuestro lago Epecuén era salado. Salado como el mar más reconcentrado, tan salado como si el océano hubiese sido puesto al fuego en una olla de barro y hubiese hervido despacito hasta que el agua fuese casi sal. Así era el lago, así lo extendieron los dioses oscuros sobre la tierra verde. Y era el límite del verde. Mas allá venía la pradera que se tornaba páramo, hasta allí las pasturas y la facilidad. Hasta allí lo cálido y amable, a partir de allí ese límite, ese exterior, esa felicidad que se consigue con mayor dolor. Porque, debo decirlo, también esa era nuestra casa, y así como se ama al hijo obediente, se ama inevitable y dolorosamente al hijo que se eriza en espinas y baldío.
Era Carhué y era el lago de sal. Y fueron los hombres que ya estaban pero estaban todavía lejos. Eran los hombres del color de la blanca muerte, que nos habían dejado tranquilos hasta que su codicia los forzó a extender los brazos más lejos que el corazón. La codicia les dio hierros en los brazos y les dio hierros en los pies, y Carhué que era mi hogar fue mi tumba, y mis lugares tomaron nombres que nunca les casaron, nombres que se resbalan porque no los pertenecen. Pueblo Adolfo Alsina, lago San Lucas, nombres extranjeros, nombres que se desvanecen bajo el cielo de la América y que mi boca no puede pronunciar sin hacerse violencia.
Llegaron los hombres de hierro. Se quedaron los hombres de hierro. Vinieron en su propia bestia humeante como quien llega montado en una pesadilla. Le dicen ferrocarril a la bestia de fuego, a ese monstruo negro y temible. En tres grandes bestias llegaban los hombres blancos y seguían trabajando para su codicia. No les bastaba la laguna de sal. Ya no estábamos nosotros, yo era ya polvo de huesos bajo mi tierra verde cuando los intrusos que vendían baratijas y habitaciones y bañadores a rayas quisieron obligar a la tierra a dar más de si. No les bastó ver nuestra tierra, se la apropiaron; no les bastó apropiarse de la tierra, la quisieron doblegar con sus canales y sus terraplenes. No era suficiente con el nuestro lago, no. Hicieron un lago ellos, un lago dulce, trajeron el agua desde otros lados que no son este lado, que no pertenecen a este lado, y con ese agua extranjera hicieron ese nuevo lago y cambiaron la historia de la nuestra tierra.
Y el diez de noviembre uno de los dioses oscuros miró la tierra que era verde, abominó el lago dulce, tomó una palabra, pronunció una nube de ceniza, y el terraplén cedió, y la ciudad conoció el olvido del agua silenciosa. Y el agua avanzó como un ejército en marcha, y las puertas se hincharon en sus marcos, y el inexorable pasado se acumuló sobre los ladrillos de la ignominia. No tañe la campana bajo el agua, no acuden los niños a las escuelas, diez metros de agua se comprimen sobre las plazas y los tejados. Me duermo en mi tumba ahora. Mientras me adormezco canto quedo una melodía que ya no encuentra cuerdas para sonar. Siento la luz de la luna quebrada sobre el pueblo sumergido. Descanso ahora. Los dioses juegan sus juegos, un pez desprende silenciosa, lentamente, una escama de madera de una silla que se pudre.


Mónica Russomanno

Miriam Cairo: Verguenza de los himnos largos




LUEGO TODAVIA
Aún recuerdo el día en que aprendí a acortar la distancia entre la noche y tus ojos. Recuerdo cómo me perdía en tus pupilas para olvidar otros abismos. Cómo me libré de cierta oscuridad para abrirme como una perfecta magnolia iluminada. Recuerdo que decías "quedémonos un poco más" pero no nos quedábamos y el tiempo gritaba como loco. Recuerdo los domingos que estallaban y los cielos color naranja. Nunca voy a olvidar los mordiscos de lobo ni el pasadizo secreto para llegar a tu ausencia y a tu nombre. Tampoco puedo negarlo: sigo extraviada.

Y OTRAS VECES
Hay gente que no tiene hijos, pero tiene musas. Gente que no tiene marido, pero tiene musas. Que no tiene techo pero tiene musas. Ni empleo, pero tiene musas. Ni gobierno, pero tiene musas. Otros que tienen hijos, pero no tienen musas. Otros que tienen cónyuge, pero ni una musa. O viven bajo techo, pero sin musa. O tienen un gran empleo pero ni una mísera musa. O un gobierno de turno, pero ni una pálida musa. Hay gente que no tiene nada, ni musas.

MAS PURO MENOS
Es un hecho muy llamativo que ante las formas instaladas en el mundo no se pueda no vivir, y por lo tanto no haya más opciones que morir viviendo. Se le concede al dolor un respeto y una jerarquía mayor que a la felicidad. Esto explica que el mundo no cese de fabricar desdichas y que los amantes tengan hábitos fantasmas.

LAZOS
Hay días en que ella es la moribunda que reacciona mentalmente cuando advierte que aquel a quien ya no ama está construyendo su ataúd junto a la ventana. Cimbra y clava con esmero y fastidio el no amado. Qué bien lo hace. Lento, tan lento que ambos se van a volver viejos soñando con el entierro. Y por propio placer, ella sufre un poquito más cada día, para colaborar en el abnegado proyecto de la desdicha eterna.

DONDE
Toda belleza es igual a sí misma. Caracol sobre hojas labiadas. Rastro de luna. Mariposa negra. Mariposa blanca. Dios tiene dos llaves: la de la noche primera y la de la noche siempre. A toda hora hay gentío. Y hay taxi. Tan alegre la ciudad, algunas veces, como si este fuera un mundo de sonrisas. Amor amor no tengas miedo de invadirme. Saludo apurado. Choque de dientes. Hilito de sangre. No dolor sino tesoro. Mentira protectora. Excusa pueril. Secreto de montaña. Arde. Persiste. Se prolonga. Baba roja de caracol rojo. Toda belleza es igual a sí misma. Me mordí solo.

O PAJAROS
Ella agradece el techo, acaricia al hijo, alimenta al esposo, ficha a horario, emite votos. Todo por propia voluntad, sin temor a los talismanes chinos ni a los abogados civiles, pero necesita algo más. Para guardar mesura y mantenerse en los viejos senderos, precisa una gratificación, un plus, una añadidura: está claro que si no tuviera musas tendría pájaros o amantes.

HOMBRE ES VIENTO
Sigiloso como un velo se acercó, apenas sostenido por el aire. Perfume de fantasma. ¿Este hombre es viento? Ha llegado agitando el trapo del conjuro, desclavando los puñales del alba. Llegó como todo hombre, con su historia y su montoncito de huesos, sólo que por dentro estaba irisado.

HAY CAMINO
Ella cree que ningún sueño que se niega a ser oprimido es oprimido, como ninguna mujer que se niega a ser estatua es estatua.

Miriam Cairo
cairo367@hotmail.com

Rolando Revagliatti: Algunos Poemas de Ripio


Tapa y contratapa de Ripio - Ilustración en la tapa: Flavia Revagliatti
Que

¿Escribo que
interrogando
o depositando al vocablo como un huevito?

Frente o fuente de guiños:
un pie en la guerra.




Yo soy en el medio


Yo soy en el medio
por lo que autor
(la continuidad)

Soy a mis años aún conturbado
a primer amago de roce de la apabullante
[gozadora

Gravitando en algún roce sobre ti
lector y malentretenido
logro socializar la varita
(que me coge)
mágica del hada.




A Charles Dickens


El don concedido (en “El Hechizado”) el don
[esparcido y anulado el don
el espectro de Jacobo Marley asustando
[departe sobre pesadísimas cadenas con
[Ebenezer Scrooge asustado
transcurren los cuatro cuartos de hora de
[Trotty Veck y sus campanas
Oliverio Twist reza en el cementerio
Tomás Vago el polemista desengañado por la
[perfidia equina goteaba y Francisco
[Buenchico en descansada jira goteaba
[también
hidalgos y coroneles y princesas infantiles de
[vacaciones
mientras el señor Pickwick paladea su cogñac
[con agua caliente
Mariana y Engracia (inmersas en la batalla de
[la vida) y los renunciamientos
el clérigo de la cortedad de palabras Jorge
[Sílverman diseña no obstante palabras y
[se explica en los nueve capítulos de su
[novelita
maese Humphrey habla desde junto a su reloj
[al amor de la chimenea
el Cosario y Cañamón rompen a bailar entre
[cricrís y ollas ronroneantes
y al punto se edita y con dibujos y asimismo
[se lee lo hasta aquí asentado por este
[corresponsal londinense de “El Balido de
[Lloronchisme”.




Recobra


La página recobra
unanimidad en el asco
recobra
un invento divino:
la anguila lánguida

Alquila bordes a los satélites
recobra entrañas:
¿néctar o fuga?



Ante


Bien soñado
antediluviano

Bien venido
de los estragos del diluvio

Bien venido de diluvio

Bienvenido escritor
anteclásico.



Rolando Revagliatti

De: Ripio, Ediciones Recitador Argentino (3ra.Edición, mayo de 2006, Buenos Aires, Argentina)
revadans@yahoo.com.ar
http://www.revagliatti.com.ar/

Alfredo Di Bernardo: Croniquita con pajarito



De pie junto a la ventana de la cocina, Gabriela mira hacia afuera, concentrada en algún punto de la galería que no puedo descifrar. El sol invernal que la mañana vierte sesgadamente sobre la casa le ilumina los cabellos y esparce tibieza en la expresion atenta de su cara. Al advertir mi proximidad, me convoca en voz baja y me invita a compartir el espectáculo del que está disfrutando. "Ahí, en el asador", me orienta, y entonces descubro al pajarito. Pequeño, de plumaje gris; un pajarito común y corriente, sin más atractivos que esa simpatía genérica que suelen despertar todos los pájaros, aun los más comunes y corrientes.
Sobre el listón de algarrobo que corona el asador hay dos botellas vacías, una de oporto "Taylor's" y otra de aguardiente "Velho Barreiro", llegadas a la casa desde remotas latitudes. Botellas cuyo contenido fue oportunamente diezmado en sendas rondas de amigos y que hoy son testimonio de aquellas madrugadas felices. Es justo sobre ese travesaño de madera que se ha posado el pajarito y su elección no parece casual. Ha detectado su propia imagen reflejada en el cristal oscuro de la botella de oporto y la ha confundido con un pájaro real. Trata de establecer contacto con el supuesto camarada pero su intento se agota en un picoteo inútil, casi inaudible sobre el vidrio indiferente. El pajarito no se rinde; rodea las botellas con saltitos ligeros,y explora detrás de las mismas, obviamente sin éxito. Vuelve entonces a la posición original y reitera la secuencia. Porfiado, lo hace una vez más, y otra, y otra, y uno no sabe si reírse de su ingenuidad o admirar su constancia..Después del sexto fracaso, el pajarito parece cansarse y se va volando hacia territorios donde ya no logramos verlo
No ha acontecido en la galería ningún prodigio, ningún suceso extraordinario. Sin embargo, aquí estamos Gabriela y yo, sonrientes junto a la ventana, sintiendo que la vida ha quedado gozosamente suspendida, que los rumores malsanos del mundo se han diluido por completo, como si no importaran, como si no existieran.
Quizás. me digo entonces, la maravilla radique exactamente en ese punto: en conservar todavía, a pesar de todo, esta facultad de prestar atención a cosas así, tan mínimas, tan sin valor de mercado, tan profundamene redentoras.

Alfredo Di Bernardo
De Crónicas del Hombre Alto (nº 53)
http://cronicasdelhombrealto.blogspot.com/
alfdibernardo@fibertel.com.ar

Germán Cáceres: Otra vez Scherazade



OTRA VEZ SCHERAZADE


LA ENCANTADORA DE FLORENCIA
De Salman Rushdie
(Buenos Aires, Mondadori, 325 páginas, 2009)


Esta novela testimonia la vuelta de tuerca que está dando la literatura de ficción al acercarse cada vez más al ensayo. Una prueba de ello es que el autor incluye una bibliografía de siete páginas, entre libros y páginas web por él consultados.

En este caso el resultado es maravilloso, y se basa en hechos transcurridos en Fatehpur Sikri (capital del imperio mogol de 1571 a 1585), a cuyo frente estaba Akbar, el más importante de sus jefes supremos, el “rey de reyes”.

En un vuelo imaginativo tan audaz como inspirado, Salman Rushdie cuenta una seductora fábula en la cual el citado emperador crea una amante imaginaria de singular belleza, la invisible Jodha (“Era inmortal, porque había sido creada por el amor”). Sin embargo, Jodha posee una carnalidad que invita a la concupiscencia más desaforada. La obra, que desborda sensualidad, invita a fantasear (“en este mundo sin amor puede que sea más sensato soñar que despertar”), dado que lo visible y el espejismo se yuxtaponen en un laberinto lábil, y propone un universo poblado por brujas, hadas, fantasmas que cobran vida, magos, demonios, expertas y pródigas rameras, astrólogos, quirománticos, y en el cual tanto el tiempo (“estaba totalmente fuera de control”) como el espacio (“era capaz de expandirse violentamente un día y encogerse al día siguiente”) son maleables y antojadizos. Además, Timur el Cojo (o sea Tamerlán) “había intentado subir a las estrellas y conquistar también el firmamento”. Porque aunque los centros de la acción sean la India del imperio mogol y la Florencia de los Médicis, la suntuosa y magistral prosa de Rushdie se pasea por vastas zonas de Asia —que menciona con exóticos nombres antiguos como Taprobane, Cipangu, Cathay— y también de América, de la que “Se hablaba de monos voladores y serpientes largas como ríos”.

Pero aparece una nueva mujer tangible que se convierte en la princesa oculta, la señora Ojos Negros, la Angelica de los florentinos y la Qara Kóz de los mogoles, que puede viajar por el tiempo como una diosa, y no hay hombre que no se enamore perdidamente de ella. Muchos verán en esta increíble belleza —la encantadora de Florencia— el rastro de la ex esposa del escritor, la hermosa y sugestiva modelo y actriz Padma Lakshmi.

De Florencia emergen tres amigos que se repartirán tramos importantes de esta singular narración: uno de ellos se transformará en Argalia el Turco, un temible guerrero; otro será un opaco Nicolás Maquiavelo que escribirá un opúsculo considerado desdeñable por sus contemporáneos (“El Príncipe”), y el tercer personaje, un intrigante viajero amante de la nigromancia y descendiente del navegante Amerigo Vespucci, se acercará a Akbar para contarle un secreto desmesurado.

Esta soberbia y fascinante fabulación está acompañada por profundas reflexiones sobre el hombre (“La maldición de la raza humana no es que seamos tan distintos unos de otros, sino que seamos tan parecidos”) y su paso por este convulsionado planeta, en el que “la veneración del oro había engendrado una clase especial de esta histeria extrema, que se había convertido en la fuerza impulsora de su historia”. A la vez, el escritor acude a un vasto y erudito vocabulario y a innumerables datos históricos, que obligan al lector a esforzarse para comprender la trama ya que necesita acudir continuamente a diccionarios, enciclopedias y páginas de internet, es decir que debe investigar.

La encantadora de Florencia es pues tanto una ficción como un ensayo, y se alinea en la imbricación de géneros que apasiona asimismo al cine y al teatro contemporáneos. Su lectura deleita y cautiva, y es portadora de una fulgurante pirotecnia verbal y de un refinamiento poético superior. Vale la pena leer este original capítulo de Las mil y una noches, concebido a través de la óptica de un gran escritor de este siglo.


Germán Cáceres

3 cuentos de Juan Mutante




Palabras Disparos


Podía apuntar al corazón, a la cabeza o a los pies. Sólo debía apretar el gatillo de mis cuerdas vocales y empezar a hablar. Disparar palabras tendría el mismo efecto que una bala... pero callaba.

Ella se encontraba como la primera vez que la vi. El mismo peinado, el mismo perfume, el mismo color de uñas, los mismos cigarrillos, la misma sonrisa triste.

Miraba, se admiraba, saludaba... encajaba. Era una pieza perfecta en el rompecabezas de ese ambiente de cinismo donde estaban los familiares, los amigos, los enemigos, los gobernantes, las amantes (encubiertas). Todos acompañaban ese cortejo.

¡Ella lo mató! ¡Yo vi todo! Eran los vocablos que yo debía pronunciar, pero no podía hablar, debía servir. En la vida no todos somos señores, muchos somos esclavos. A ella la tenía enfrente, como lo tuve a él, el emperador, cuando me descubrió en la cama con ella.

Él la veía enredarse a diario con otros señores y lo excitaba, pero nunca con un sirviente. Eso lo mató. Ella sabía que podría pasar y hasta disfrutó verlo transfigurar cuando la vio conmigo.

Sin embargo un arma estaba ahora en mi garganta, enmudecida desde que mi amo murió. No sé si en realidad quise enredarme con ella o sólo buscaba que él me viese. Estaba tan cansado de servir que por única vez me entregué al juego del placer y este sería el momento preciso para contar todo lo que había vivido, y entonces el gozo sería tan perfecto y perverso como yo lo sentía a diario.

Ella me observaba. Intuía que en algún momento yo podría hablar y se adelantó: “Él lo mató” disparó su voz, y varias armas descargaron municiones en todo mi cuerpo.

Un crimen tapa otro crimen, así sucede la historia. En otra vida quisiera ser libre para poder hablar.








Fiesta Familiar



Buenos Aires, 29 de Agosto 2003


Primo de Sangre:


Te escribo desde un nuevo café de la Avenida Córdoba al 2100, bastante moderno, a vos te gustaría.

En estos momentos una moza me está sirviendo un café con leche de esos que solo se toman en Buenos Aires. En los vidrios se ve reflejado el edificio de Obras Sanitarias que tanto te fascina. Será que en tu otra vida habitaste en ese palacio belga en que se inspiraron para construirlo y que lamentablemente ya no exsite por los bombardeos de la segunda guerra mundial.

Si te preguntás que estoy haciendo acá. Bien, estoy a dos cuadras de la morgue, tuve que ir a reconocer el cuerpo de Darío, ese ahijado de la tía Martha, te acordarás de él supongo.

El viernes hicimos la fiesta familiar, lástima que ustedes no pudieran estar, pero con el video que mandaron, vós, Nadia y los mellizos estuvieron presentes. Seguimos confundiéndolos a Rómulo con Remo. Pero como ellos bien lo aclaran: - No somos mellizos, somos gemelos - porque realmente son idénticos.

Yo quedé encargado de escribirte y de mandarte las fotos, nos vas a ver a todos, bueno, menos a la tía Martha que falleció este verano..., pero nos dejó a su ahijado, que fue el invitado estrella de la noche.

Lo que no sabía fue que lo invitábamos para homenajearlo. Estaba tan contento por la manera que lo adulábamos, y que lo dejáramos tomar lo que quería durante la cena, a pesar que la tía le tenía prohibida la bebida Era nuestra vedette.

Alrededor de las doce de la noche lo desnudamos y lo sujetamos, pero estaba tan mansito por su estado de ebriedad que ni se resistió. Después lo estaqueamos... y recíen ahí se dio cuenta de todo, por ser homenajeado sería sacrificado. Sus gritos de terror más estimulaban al tío Ale a pasarle el cuchillo (afilado especialmente durante toda la mañana) por el pecho cerca del corazón, marcando el lugar donde sería la estocada final. Los hilos de sangre empezaban a mancharle el cuerpo y Darío gritaba, lloraba... suplicaba que lo soltásemos, pero era demasiado tarde. Estábamos muy excitados en nuestro rito y el tío no pudo aguantarse, y de un solo movimiento le incrustó el cuchillo arrancándole el corazón con maestría. Y entonces nos lanzamos sobre ese cadáver calentito sangrando, y de ese corazón intacto.

Ya te enteraste quien fue el plato fuerte. El resto fue lo de siempre, donde dejar el muerto, quien se encargaría de llevarlo, etc, etc, pero increíblemente lo decidimos en menos de cinco minutos (todo un récord), lo que significa que como familia estamos evolucionando.

Me llamaron a mí para identificar el cadáver, pero verlo destrozado en la morgue fue desagradable y me fui rápido.

Hummm, termino este café y despacho la carta. Espero que aprecies las fotos. Saludos de todos para vós, Nadia y los mellizos (gemelos).


Juan Cannibal


PD: No te das una idea lo fuerte que está la camarera... para hacer una fiesta.







Amores de Parque



- Si lo miro tanto se va a dar cuenta... No, que se va a dar cuenta, si lo miro, lo miro y me ignora. Con tantas chicas lindas que hay, que se va a fijar en mí... pero viene aquí cuando necesita que lo cubra...

Lo mismo a mí me gusta él, es rubio, lindo... bueno, no significa que se vaya a dar, o sí, ¿por qué no? Tiemblan cuando amenazo con esto... amenazas nada mas, que se me va a dar... Gabriel se llama.

“Gaby, sós un sol”, como te escribieron en esa tarjeta que leíste frente a mí. Y vós, “Que mina boluda” dijiste cuando la leíste. Por eso Gabriel, yo no te escribo ni te hablo, pero te dejo actuar y te conozco más que todas, y lo más lindo tuyo: tus piernas... enteritas, esas moles con pelitos que parecen hilos de oro.

Que fuerza que tendrás en esas piernas, si las chicas supieran el esfuerzo que hacés en el gimnasio para tenerlas así, moldeaditas... y también los brazos... y la espalda.

Yo veo todo lo que hacés... te observo mas que todas y me doy cuenta que detrás de esa imagen que das, no sos el superhombre, también escondés inseguridades, como todos, sinó por qué le preguntás a tu amigo, el morocho, si te queda bien la barbita de dos o tres días, o si el pelo te queda mejor cortito o con gel... pero si a vós todo te queda bien.

Por el tamaño de tu pene no hablás, sabés que lo tenés bien. Los que hablan lo tienen chico y tardan en acomodarse el pantalón para que les haga un buen bulto. Yo veo tantos Gabriel... y el tuyo es grande y bien proporcionado.

Y ahora venís así, todo mojadito, claro, con el calor que hace y después de una hora de gimnasio te echás un litro de agua encima, y los pelitos de tus piernas... que espectáculo... Y yo aquí de pie, sin poder moverme.


- Loca... desviada... creés que no me doy cuenta como te gusta ese chico, pero es imposible, es un “chico” y vos sós una planta, sós una araucaria!

Yo estuve siempre a tu lado. Yo te vi crecer. Yo te protegí de la lluvia, de los soles fuertes y vós... toda para él.

Deberías valorizar mas lo que sos... Valorizar mas a tu especie!!! Araucaria descarriada!!!


- Ya se está poniendo celoso el viejo eucalipto. Yo la tengo clara, a mí me gusta Gabriel, es un chico. ¿Y?. Me quiere atemorizar con eso que sólo me usa cuando me necesita. ¡Sí, es verdad! Cuando quiere orinar yo lo cubro, así no tiene que cruzar todo el parque para ir al baño... como ahora, que empezó a descargar esos chorros de pis bien calentitos a mis raíces... y esta brisa que hace mover mis ramas y acariciarlo.

¡¡¡Esto es un orgasmo!!!



Juan Mutante
jmutante@hotmail.com

El gozo de contar cuentos al paso



Por Victoria Rodríguez Irízar, Licenciada en Comunicación y narradora oral

¡Hola! Mi nombre es Victoria y soy narradora en México. Formo parte del grupo de Moisés Mendelewicz (*), Sol Azul, en el Centro Río Abierto en la Ciudad de México.

Cuento cuentos desde hace casi seis años y escribo cuentos desde muy pequeña. Hoy escribo estas líneas para compartir mi experiencia de contar cuentos “al paso” en las calles de la ciudad más grande del mundo, entre el tráfico y el ruido. He descubierto que contar cuentos en un escenario a un público que espera las historias es una buena experiencia, pero contar cuentos fuera de un escenario, a gente que no espera los cuentos ni ha escuchado nunca a un narrador, contar cuentos en los lugares inesperados y en condiciones que no son las mejores, para mí es una experiencia sumamente enriquecedora. A la gente le gustan los cuentos….porque los cuentos son un regalo que se ofrece desde el corazón. ¿Por qué no ofrecerlo al desconocido que me topo en la calle cada día? Yo también recibo grandes regalos con eso…..para mí contar cuentos no es un lujo, es una necesidad. Y, como necesidad, aprovecho cualquier oportunidad, cualquiera. Cuento cuentos en el metro, en el microbús, en la puerta de una tienda, en la sala de espera de un consultorio médico, frente a un puesto ambulante de comida o en un restaurant elegante. Cuento cuentos en una peluquería, en la cola de los pollos rostizados, en el área de comida rápida del aeropuerto, en un camellón en reconstrucción donde trabaja un grupo de albañiles, en el área de juegos infantiles de un parque, en el estacionamiento de la plaza comercial, en el mercado, en la caseta de una base de taxis donde los choferes esperan ser llamados…..cuento cuentos donde sea, “al paso”, cuento cuentos por el gusto de contar, por el gusto de compartir el camino y la vida.

Llevo más de tres años haciendo esto de manera regular, con bellísimas vivencias. Moisés me sugirió escribir algunas.

Empiezo con el tema de los cuentos en el transporte público... la gente en la Ciudad de México va apurada, la gente va con mala cara, la gente no se saluda, no se habla, apenas se mira unos segundos... Un cuento en el microbús rompe esa dinámica, esa rutina de indiferencia con quien está cerca y junto. Y es que además de los pasajeros, hay personas que se suben al microbús para vender alguna mercancía, para pedir dinero destinado a una casa-hogar de jóvenes drogadictos, o a pedir dinero para un enfermo o para ellos mismos. Yo me subo y les digo: “Mi nombre es Victoria y no vengo a pedirles dinero. Vengo a compartirles unos cuentos…”. La gente reacciona, reacciona siempre. Algunos con indiferencia, otros con respeto, otros con verdadero gusto, muchos agradecen al final. Lo más lindo es cuando un rostro serio sonríe... claro que para contar en el microbús deben cumplirse algunas condiciones: que el transporte no esté lleno a reventar, que el chofer acceda a bajar el volumen de su radio o a apagarlo mientras se narran los cuentos, que haya un mínimo de espacio para dar dos pasos y estar al frente para así poder mirar a cada uno, que calcule mi tiempo para que el cuento acabe antes de la parada en el crucero importante, porque ahí se baja la mitad de la gente. Los mejores días para contar en el microbús son los fines de semana, pues hay menos personas a bordo y vienen más relajadas. En el metro es un poco más difícil porque los vagones son grandes y en general hay más ruido, entonces hay que contar el cuento gritándolo... no puedo mirar a todos a los ojos, pero también ponen atención, sobre todo entre 10 y 12 de la noche, cuando la gente viene cansada de trabajar y quieren pensar en otra cosa, cuando ya no hay vendedores ambulantes que se suban a vender discos “pirata” o dulces o pilas o las mil cosas que venden durante el día... en el día es más difícil porque hay mucha “competencia” con los vendedores.

Una vez en el microbús iba una señora con un ramo de flores olorosas. Yo me subí y le dije: “¡Qué bonitas sus flores!” y me senté. Al rato vi que había mucho tráfico y la gente se estaba desesperando. Entonces me paré, canté la canción de “El vendedor”, de Mocedades y conté dos cuentos. El tráfico seguía. Yo terminé, les dije “gracias por su atención” y me volví a sentar. Entonces la señora de las flores sacó dos rosas de su enorme ramo y me las dio con una sonrisota diciendo: “¡Qué lindos cuentos! Muchas gracias” . Otro día, en el metro, había sentado en el piso del vagón un joven de apariencia descuidada, sucio y mal vestido, con la mirada extraviada. Yo pensé que iba drogado. Conté mi cuento y, como había un asiento desocupado cerca del joven del piso, me senté allí. El muchacho me tocó una pierna y, con dificultad, empezó a decirme casi a señas, con palabras sueltas y entrecortadas, que estaba muy emocionado. Ponía una mano en el pecho, como indicando “yo, yo….me fui a sentar al suelo con él a ver si podía descifrar lo que decía. Finalmente entendí. El chico estaba emocionado porque él se llamaba José, como el niño de mi cuento.

Otro día entré a una peluquería. Había tres hombres cortándose el cabello y otros dos sentados, esperando. Al principio se desconcertaron, pero luego no me querían dejar ir, querían más cuentos. Otra vez, en la noche, en un pasillo adentro del metro, mientras la mamá recogía el tendido de su puesto ambulante, conté un cuento a dos niñas de 6 y 8 años que me miraban con los ojos muy abiertos. En otra ocasión salí del trabajo a medio día a comer mi lunch al parque y le conté un cuento a una señorita muy bien vestida que también estaba saboreando su lunch. La gente pasaba por detrás de mí, pero ella no se distraía. Otro día teníamos que esperar más de una hora con unos invitados en la terminal de autobuses, por lo que improvisé una función en la sala de espera. A la gente que estaba allí le gustó mucho.

Una anécdota que recuerdo con cariño fue en la sala de espera de un consultorio médico. Ya no había pacientes, pero la enfermera debía quedarse de guardia una hora más. Yo me paré frente al mostrador y en el momento en que estaba empezando el cuento, un policía entró por la puerta principal y atravesó la sala de espera para entrar al baño. Mi cuento duró 18 minutos. Cuando terminé, el policía salió del baño y se fue. ¡Se había quedado allí adentro sólo para escuchar el cuento!

En otra ocasión estaba en una boda dentro del salón de fiestas de un hotel muy elegante. Yo venía de bailar cuando vi que mi sobrino, de 13 años, se aburría. No estaba ni con los niños ni con los adultos. Lo invité a salir del salón. Afuera había una mesa donde había estado la edecán recibiendo nuestros boletos . Le dije a mi sobrino que se sentara en la silla de la edecán (ahora desocupada) porque le tenía una sorpresa. Era un lugar de lo más inapropiado. Los meseros pasaban y pasaban por detrás de mí con sus charolas, y algunos invitados que salían al baño nos miraban extrañados.

Para mi sorpresa, el chico no parpadeó ni volteó para nada durante los 40 minutos que duramos allí.

Hablando de hoteles, otro día había ido a la clausura de un evento en un salón de recepción dentro del hotel donde pernoctaría. Era una reunión pequeña, había tres mesas con 12 personas cada una. Un grupo de cuatro músicos amenizaba la reunión. .Uno de los invitados improvisó una canción que gustó mucho. ¡Yo tenía tantas ganas de contar allí! Mientras le aplaudían al muchacho, me acerqué con la organizadora a preguntarle si podía contar. Me dijo que no, que no se le hacía oportuno. Cuando terminó el evento y los últimos invitados salían, yo me quedé en el salón. Después de todo no tenía prisa, dormiría en el hotel. Entonces, mientras los meseros recogían platos, manteles y demás les conté mis cuentos a ellos, y no me quedé con las ganas de narrar en ese lugar.

Recuerdo que una vez fui a una plaza comercial del sur de la Ciudad de México (Plaza Loreto). Iba sola. Atravesé los locales comerciales y el área de comidas para ir a la oficina telefónica a arreglar mi celular. Cuando salía, pasé por un foro al aire libre que está en medio de la plaza. Había gente sentada esperando el espectáculo, pero cuando miré el cartel, ¡faltaban 30 minutos para que empezara! Miré otra vez. Había unas 50 personas sentadas, algunas conversando y otras mirando al infinito. Muchos niños. Esperaban unos bailes folklóricos. Respiré hondo para agarrar valor y me paré al centro del foro y grité: “¡Hola, yo no soy el espectáculo que ustedes esperan. Pero yo soy narradora de cuentos y se me ocurrió que, mientras empieza, compartirles unos cuentos. ¿Les gustan los cuentos? “ Al oír la palabra “cuentos”, los niños y los adultos se acomodaron en sus lugares y me pusieron toda la atención. Yo narré durante 25 minutos y el público estaba encantado, me aplaudieron muchísimo. El único que estaba nervioso era el muchacho que manejaba el sonido, nervioso y desconcertado. Quizá fui grosera, pero no le dije nada a ese muchacho. Me despedí, me salí del foro a tiempo y punto.

El cuento que más he gozado contar en la vida fue en un puesto ambulante de comida en una avenida transitada. Mientras compraba una quesadilla, observé que la mujer del puesto, de unos 25 años, traía mala cara. “¿Y si le cuento un cuento le cambiará la mala cara? Después de pagar, empecé a contar, pero la chica me escuchó los primeros tres minutos y luego se fue al puesto de junto y tardó en regresar y entonces no me puso atención, tampoco le cambió la cara. Sólo la pareja que atendía el puesto de jugos parecía algo interesada, la demás gente pasaba y me miraba como una loca. “¡Ni modo! –pensé- esta vez no salió bien”. Y ya me iba cuando entre los puestos y la gente de la calle, apareció una abuelita que traía de la mano a un niño de cinco años y venían corriendo muy apurados. “¿Aquí es donde están contando cuentos?” Yo estaba muy decepcionada y le dije: “¡Ya acabé señora, ya me voy!” La señora, con sorpresa, gritó: “¡Cómo! ¿Ya no va a haber cuentos? Y el niñito se encogió. A mí se me partió el corazón de ver a ese niño triste y le dije: “Sí, señora, le voy a contar un cuento al niño”. “¡Qué bien!” respondió ella con una sonrisa de oreja a oreja. Los del puesto de jugos, que estaban escuchando, salieron de su puesto y apilaron unas cajas de madera donde se empaca la fruta y encima de tres cajas sentaron al niñito. Yo conté el cuento de “Rapunzel”. El niñito parecía indígena, tenía unos ojazos negros, grandes y brillantes, y me escuchaba embelesado. Nunca, en mis casi seis años de narradora, ningún niño me ha escuchado con la expectación y el gozo con la que me escuchó ese niño sentado en tres cajas junto a un puesto de jugos…para mí fue mágico, una experiencia inolvidable para guardarla en el corazón como un tesoro….

Sí, un tesoro en el corazón, así son mis experiencias de mis cuentos al paso…he descubierto que, fuera de un escenario, en la situación más inesperada para narrar algo y en las condiciones más adversas, la gente siempre disfruta los cuentos (en el 95% de las veces) y pide escuchar más cuentos…..vale la pena intentarlo.

Victoria Rodríguez Irízar
Narradora del grupo de Moisés Mendelewicz (*), Sol Azul.


(*) Moisés Mendelewicz nació en Costa Rica y actualmente reside en México, donde se dedica a las artes escénicas como narrador, actor y ejecutante de danza teatro, con una trayectoria de tres décadas.

Fuente: Cuentos al Día, Número 118 / agosto 2009 / Año 12
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