lunes, 23 de marzo de 2009

Libros: 2666 de Roberto Bolaño por Germán Cáceres

Roberto Bolaño



EN BUSCA DEL AÑO 2666



Lo primero que llama la atención en esta novela monumental de Roberto Bolaño (1953-2003) es su impronta de totalidad, a la manera de La comedia humana, de Balzac, Los Rougon-Macquart, de Zola, o los menos alejados ejemplos de En busca del tiempo perdido, de Proust, y El hombre sin atributos, de Musil.

La obra consta de cinco partes (o novelas) que Bolaño recomendó –cuando ya no dudaba de su próxima muerte- editar en forma separada porque estimaba que sería más rentable y beneficiaría a sus herederos, pero Ignacio Echevarría (persona a quien designó referente literario de su obra) resolvió publicar todo el texto en un solo libro (1119 páginas) para respetar el propósito original del autor.

Esas cinco partes no se continúan a la manera de los ocho títulos de la novela río Los Thibaut, de Martin du Gard, y tampoco representan visiones desde diferentes ángulos de una problemática, al modo del filme Mary Reilly (1996), de Stephen Frears, en el cual en el drama del doctor Jekyll se involucraba su sirvienta. Sin embargo, esas partes se imbrican y complementan de una forma tan audaz como novedosa: es como si los personajes, en esta historia abierta, se perdieran o esfumaran en la nada, como si en el año 2666 que señala el escritor chileno, la Tierra podría estar deshabitada o, de acuerdo a una óptica metafísica, el universo dejara de existir. Ángeles Donoso rastrea esa fecha en una cita de una anterior novela de Bolaño, Amuleto, de 1999: “a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio de 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo” (1).

Hay un tema que une férreamente las novelas del libro y da cuenta de la personalidad latinoamericana de Bolaño: una denuncia implacable sobre los crímenes en Ciudad Juárez, México, que en su casi totalidad quedan impunes y sin esclarecer porque en ellos están involucrados policías, políticos, empresarios y narcotraficantes. “La parte de los crímenes” es una enumeración que da la sensación de ser ilimitada sobre los brutales asesinatos de mujeres jóvenes -a muchas de ellas se las estranguló o destrozó a cuchilladas-, que fueron violadas vaginal y analmente. Pero allí no se agota el sadismo y el ensañamiento: a algunas se les había cercenado un pecho y arrancado el pezón del otro. Esta misoginia patológica queda revelada en toda su espeluznante atrocidad. En la nota de Ángeles Donoso, se informa que las autoridades de Chihuahua señalaron que “si las mujeres habían sido asesinadas la culpa era de ellas por andar solas de noche por la calle, o por vestirse con ropas provocativas y maquillaje”.

En este tramo Bolaño adopta un estilo informativo, casi periodístico. En las demás partes no cambia demasiado ese método porque si bien da cuenta de los pensamientos y emociones de los personajes, en vez de realizar buceos psicológicos describe comportamientos. Su prosa sigue esta impronta documental, de impecable calidad y nutrido vocabulario, a los que agrega un aporte idiomático. Como indicó Rodrigo Rojas: “Es un español muy diverso, difícil de domesticar, y estratégicamente construido para que a todos los lectores les suene tan familiar como foráneo” (2).

Otro aporte de 2666 es incorporar el ensayo a la ficción, como experimentaron en forma magistral Claudio Magris en El Danubio, Vila-Matas en Bartleby y compañía y Sebald en Vértigo. Es asombrosa la vasta erudición que muestra Bolaño. En la “La parte de los crímenes” enuncia un sinnúmero de fobias y en “La parte de Archimboldi” describe con precisión varios tipos de algas. Pero como el personaje principal es alemán, el autor no desaprovecha la oportunidad para demostrar sus amplios conocimientos de literatura germana. Además, comenta muchas recetas culinarias con profusión de detalles. Sucede que Beno von Archimboldi es el seudónimo elegido por el personaje Hans Reiter, que se inspiró en el artista milanés Giuseppe Arcimboldi, del siglo XVI, célebre pintor de insólitos retratos, pues utilizó una suerte de collage de verduras, frutas, aves, raíces. También debe destacarse la narración pormenorizada de las cruentas acciones bélicas ocurridas durante la Segunda Guerra Mundial en el frente del Este entre los ejércitos alemán y rumano por un lado y el soviético por el otro, como si fueran un antecedente de las abominables vejaciones de Ciudad Juárez (o Santa Teresa, como se la denomina en 2666). Mientras Bolaño teje una sutil red de hipertextos, recurre a la superchería literaria mezclando personajes apócrifos e históricos.

Pese a tanta erudición y profundidad, Bolaño adopta un tono lúdico no exento de humor. Así tenemos en la “Parte de los críticos”, cómo los académicos Pelletier, Espinoza, Morini y la seductora Liz Norton rastrean con pasión obsesiva la obra del nombrado Archimboldi, un misterioso escritor de culto. Los representa extravagantes y hasta ridículos, enfrascados en una lucha inútil y sin cuartel con un autor huidizo y de cuya vida se sabe poco y nada. Como Morini es inválido ya que además de haber sufrido un grave accidente padece de esclerosis múltiple -por lo que está condenado a andar en silla de ruedas-, la Norton se dedica a mantener relaciones sexuales con los otros dos críticos sin ningún tipo de prejuicio y llegan a formar un trío que comparte el mismo lecho. Pero, curiosamente, ante el estupor de Pelletier y Espinoza –y del propio lector- la desinhibida ensayista termina yéndose a vivir con Morini dado que ambos se quieren entrañablemente. Bolaño insinúa burlarse del amor y del deseo, tal vez porque sugiera que la vida carece de sentido.

El escritor chileno parece haber decidido apelar a cierta estructura de la novela china, es decir el desarrollo una sucesión de relatos (en la línea de La montaña del alma, de Gao Xingjian) y, desplegando una imaginación ilimitada, introduce una profusión de historias breves y de subtramas, cargadas de sorpresas y de complejos enigmas. Por ello, Andrés Neuman invoca “su poesía descarnada que planta un tronco beat en el jardín del surrealismo francés” (3).

Otra gran incógnita es la del escritor Hans Reiter (o sea Archimboldi). Bolaño no abunda en precisiones sobre sus ideas o conceptos estéticos: da la imagen de un narrador desganado, que no está actualizado en sus lecturas y que más que escribir le interesa ocultarse de todo el mundo y vivir en soledad. No obstante, es candidato al Nobel, premio por el cual no exhibe excesivo interés porque su vocación literaria no aparenta ser muy sólida. Este extraño personaje no puede menos que remitir a B. Traven, el fantasmal autor de la novela El tesoro de la Sierra Madre, que fue llevada al cine por John Huston. Según Vila-Matas, B. Traven es “la auténtica expresión de lo que conocemos por `escritor oculto` (…) por lo que su identidad sigue siendo un misterio” (4). Por eso, al final del libro Archimboldi se sienta a tomar un helado fűrst Pűckler, que consta de tres sabores: chocolate, vainilla y fresa, y un desconocido le comenta: “El, ¿cómo llamarlo?, creador de este helado fue un antepasado mío (…), cuyas principales aficiones eran la botánica y la jardinería. Por supuesto, él pensaba, si alguna pensó en esto, que pasaría a la, ¿cómo llamarlo?, historia por alguno de los muchos opúsculos que escribió y publicó (…) Lo que no pensó jamás fue que pasaría a la historia por darle el nombre a una combinación de helados de tres sabores.” (5)

Como si destino se riera con una carcajada feroz de los anhelos de los seres humanos y los arrojara a un abismo infinito.



Germán Cáceres



(1) Donoso, Ángeles, “2666, de Roberto Bolaño: violencia y literatura en las fronteras de la realidad latinoamericana”. www.bifurcaciones.cl/005/2666.htm

(2)
Prieto, Ana, “El legado creativo de Roberto Bolaño recorrió el Festival de Literatura”. Buenos Aires, Clarín, 16.11.2008.

(3) Neuman, Andrés, “Las tres apariciones de Bolaño”. Buenos Aires, Ñ, 15.11.2008.

(4) Vila-Matas, Bartleby y compañía. Barcelona, Anagrama, 2000.

(5) Bolaño, 2666. Barcelona, Anagrama, 2008.



Obras de Roberto Bolaño:


Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984, novela, en colaboración con Antoni García Porta, premio Ámbito Literario de Narrativa), La senda de los elefantes (1984, novela corta, premio Félix Urabayen), La pista de hielo (1993, novela, premio Ciudad de Alcalá de Henares), Literatura nazi en América (1996, novela), Estrella distante (1996, novela corta), Llamadas telefónicas (1997, cuentos, premio municipal de Santiago de Chile), Los detectives salvajes (1998, novela, premios Herralde y Rómulo Gallegos), Amuleto (1999, novela corta), Monsieur Pain (1999, novela), Nocturnos de Chile (2000, novela corta), Tres (2000, poesía), Los perros románticos (2000, poesía), Putas asesinas (2001, cuentos), Amberes (2002, novela), Una novelita lumpen (2002), El gaucho insufrible (2003, relatos cortos), Entre paréntesis (2004, ensayos, artículos, discursos y entrevistas), 2666 (2004, novela, premios Ciudad de Barcelona, Salambó, Fundación Lara, Altazor y municipal de Santiago de Chile), La universidad desconocida (2007, poesía) y El secreto del mal (2007, cuentos).


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