lunes, 23 de marzo de 2009

Cristina Villanueva: 24 de Marzo

Imagen: http://ellaberintoazul.googlepages.com/la_sangre.jpg/la_sangre-full.jpg

Los no del todo idos de marzo

-Toda esta puesta en escena argentina me hace recordar las palabras de Hanna
Arendt en el juicio a Eichmann: "Lo inquietante en la persona de Eichmann
fue justamente que él era como muchos y que esos muchos no eran perversos ni
sádicos sino terriblemente normales. Normales que dan miedo".

El día se va acabando. Cercano al comienzo
del otoño cuando con belleza descuidada se desandan las hojas de su abrazo
de árbol.
Hace treinta y tres años pienso. Uno, o mejor una, o digamos yo, la mañana del 24
de marzo caminaba Callao hasta que vi esa sangre, expuesta pero no nombrada.
Busqué la noticia en el diario, no estaba. Fue el comienzo de la unión
perversa de la exhibición y el silencio. El miedo entonces fue un vestido
compacto, todas las formas del miedo, aún esas que no habíamos conocido.
El miedo a lo que no se nombraba, la amenaza que no era posible disolver con
palabras. Tomaba cuerpo, era cuerpo. Dolor de la garganta que no habla.
Sueño que se escapa, pesadilla, desamparo. Ningún interior era posible,
seguro. Alma expuesta, fractura de los símbolos, de la lógica, del
pensamiento que no puede con lo impensable. Andar calles infectadas
de uniformes, un verde repugnante, tan distinto al otro verde-vida. No se
sabía que era lo que te podía perder o salvar. El odio era tan fuerte que
daba miedo que ellos lo notaran. Que la cara dijera lo que la boca callaba.
Ciudad dónde todo estaba sospechado, ser joven, vivir, pensar, vestir de
cierto modo, juntarse, algunas profesiones, estudios, lecturas, libros,
cuadros. En fin, todo lo que quería y era mío. Para ser o estar tranquila
habría tenido que no ser, no desear la libertad, no soñar otro mundo, no
pensar, no haberme metido "Hiroshima mon amour" adentro de la sangre, no
tomar café en La Paz, no caminar Corrientes entre librería y librería, en
síntesis: NO. Si hubiera logrado eso quizá no hubiera albergado el miedo que
triunfaba aún sobre la tristeza. Si hubiera podido querer a los que
enfermaban, destruían los signos vitales, enrarecían el aire. Si hubiera
podido oírlos sin rebelarme, no darme cuenta de nada; hubiera esquivado el
miedo, y esa sensación de desamparo, ese estar expuesta al capricho de un
poder brutal. No pude, las manos del miedo tapaban la boca pero no los ojos.
Ese volcán estancado, interno, explotó una noche en cantos cuando
esperábamos el día siguiente, el primer día de la democracia. Luego vinieron
las lágrimas, lo acumulado se volcó en palabras y nos volvimos a adueñar de
sentidos, sentimientos, sutilezas. Seguro que la memoria de la piel
conserva ese terror.
Ayer en la presentación de un libro, los personajes de Ernesto Mallo de la
novela "La aguja en el Pajar" estaban teatralizados y andaban por la
librería, entre nosotros. Uno de ellos, un militar con su uniforme se puso
al lado mío. Le pedí que se fuera. Ni en ficción los soporto. Quizá porque
hicieron real lo que tiempo antes sólo podía ser ficcional. Nos trajeron esa
helada certeza de lo que puede pasar entre normales. Tantos, tan normales
que desvían la mirada y dejan a las víctimas tan solas, tan desnudas .


Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hanna Arendnt dice que una sociedad basada solamente en la seguridad está construida sobre la arena, es, Cristina, es lo que nos pasó y nos pasa, caminamos sobre arenas aún perversas.Excelente texto,un abrazo,

Silvia Loustau

Anónimo dijo...

Texto excelente Cris, en su calidad y en su contenido. Excelente. Un abrazo Mercedes Sáenz

Susana dijo...

Cris, me conmovió tu texto.
Cariños
Susana Wortman

Avesdelcielo dijo...

Una faceta descriptiva de la "normalidad " que asusta, la "normalidad " que no es humana. Un texto que desgarra porque la autora penetra en lo más siniestro. Felicitaciones, Cris.
MARITA RAGOZZA