domingo, 26 de octubre de 2008

La Máquina de Escribir agradece a (por orden de llegada):
Mercedes Sáenz, Griselda García Cuerva, Rolando Revagliatti, Gabriela Abeal, Gabriela Aurignac, Virginia Edit Perrone, Silvia Loustau, Stella Maris Taboro, Analía Pascaner, Rubén Vedovaldi, Gabriel Impaglione, María Rodríguez, Marta Pizzo, Mucha de la Torre, Ana Silvia Mazía, Mónica Russomanno, Delfina Acosta, Patricia Díaz Bialet, Dora Beatriz Repetto, Ernesto Pierro, Andrés Aldao, Sergio Borao Llop, Cristina Villanueva, Viviana Pelle, Graciela Chajud, Fanny Garbini Tellez, Mirta Molins, Mirta Tortorello, Delia Cosentino, Germán Cáceres, Lidia Vidale, Alfredo Di Bernardo, Graciela Ottavis, Rubén Patrizzi, Oswaldo Roses, Marta Millicay, Daniel J. Montoly, Marita Ragozza, Alicia Perrig, Nicolás Alberto Soria, y siguen las firmas...
por haber estado presentes en nuestro cumpleaños número 5.

Cristina Villanueva: Caen


Caen las plazas, escuchó el niño con miedo. Al salir a la calle supo que no era para tanto.El árbol seguía el romance con el cielo.

El hombre de la bolsa pleno de papeles de nada era corrido por los niños, que ya no se asustaban. El hombre sí tenía miedo. Los chicos gritaban: bosque, futuro,tierra, preservar. Le temía al mercado libre de las palabras.

Caen los mercados, escuchó la mujer y soñó que en esa caída se juntaran en el aire el queso brie y el salmón justo justo sobre su bolsa de compras.

La poesía tranquila ante el temblor de tantos papeles, era simple, nunca estuvo en venta.

El índice estaba tan mal que el resto de la mano acudió a acariciarlo. Como pasaba lo mismo con todos los índices, imaginense. Metidas en el lío de las caricias, las manos se juntaron.

El deseo amaneció en alza, inesperadamente. Como todos los gurues fallaron, el deseo no pronosticado, estaba orgulloso de su libertad impredecible.

En la olla popular de poemas,la gente se quejaba a veces, un poco más de Urondo, un álamo de Conti, pedía. Otras veces estaba alegre porque le había tocado un Alexaindre, un Miguel Hernández con gotas de juventud. Cuando todos se habían servido, llegó yapa de Gelman y vino de Tejada y Dávalos.

Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar

Bea Suárez: Lechuga

No me importa la Bolsa de Comercio. La reacción de los bancos, los yenes, el colapso del martes. No me importan.
No me manejan índices ni billones de dólares ni el pánico en Kuwait.
No me interesa si esto va a dejar secuelas, efectos indeseables o palimpsestos circulares de crisis siempre idénticas.
¿Influye el Royal Bank of Scotland en la lechuga?
No quiero que mis líos coticen en porcientos o que los inversores intervengan la zamba; prefiero una reserva federal de Ficus en la terraza que andar pensando en emergentes y trágicos índices.
¿Aporta algo a mi vida de bici la recesión de los EEUU? Veo conferencias de prensa, Estados afectados por cositos financieros y me pregunto por qué quedar reducida a un vaivén de billete.
Me niego a que, cuestiones de status, me obliguen a ver mas allá de mis narices, no me interesa el mundo, éste mundo, del Euro por Euro y nariz con nariz se paga.
El mercado no es la vértebra, ni yo rehén en su noche.
A mi alma inconformista no le incumbe morir de ajustes, prefiere aire botánico que segmentos, sacas y locura blindada.
No quiero más suspensiones en masa, ni el globo y su externo entorno, las estrechas consultas internacionales, las referencias chinas, tengo urgencia de mate bien cebado.
América latina no es importante por un activo sino por sus hombres, mujeres y colores; no quiero ser burócrata, me gustan sus poetas, lo que tiene política adecuada es la guitarra y no el petróleo.
Me despreocupa la Bolsa o si hay semiología de Club de París, mis duros períodos de reestructuración son otra cosa, no me invaden autoridades del Tesoro.
Tengo un promedio de canciones que han venido a instalarse ésta semana a casa, a calmar la corrida de los verdes, a unir esfuerzos para que regresen rabanitos, molinos, pétalos, langostas; a que mi cuerpo deje de ser espuma comprimida por el miedo y abra la puerta para dejar entrar otras verdades.
No me importan las Bolsas, por mí hagan fogatas de acciones, ensaladas de bonos, friten todo; el deterioro es muy otra cosa, algo más pertinaz que este vitral para mirar corbatas preocupadas.
Que se anuncien medidas prontamente para una suba de divisas en acero inolvidable.
No me interesa si el Central interviene. No es tan relevante.
Una turbulencia en cuerda sentimental prefiero, un amor donde no se haga cola, el pago de deudas propias, la inflación del dolor tal vez.
Y dejar de perder magia y juego entre tantos pasivos y modelos.
No me interesa la Bolsa, jamás será más importante que tus ojos, lector.


beagasua37@hotmail.com
Fuente: "Contratapa", "RosarioI12"
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Osvaldo Bayer: Redefinir la palabra "progreso"


Es increíble cómo se silencia la vida de las pequeñas ciudades, de los pueblos, aquello que tiene un verdadero valor para la ética de la vida, para la belleza local, para la verdadera historia comarcal que, por su ejemplo, a pesar de ese silencio, siempre trascienden. Los medios, en su gran mayoría, dedican sus páginas a la crisis económica, a las internas políticas, a los cambios de entrenadores de fútbol y, ahora, si Riquelme o Caranta.

Para demostrar que existen cielos, que se habla del paisaje, que hay interés por la historia o que hay pocos pero existen que se ponen tristes o se desesperan por las estadísticas del hambre de nuestros niños nos meteremos en el corazón de la tierra.

Hoy hablaremos de un lugar bonaerense pura pampa. Lo que ocurrió podría pintarse en un cuadro con rostros de adolescentes riendo, aplaudiendo, entusiasmados. Es que lo que ocurrió en Rojas no ocurrió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. ¿Autónoma de quién? Sí, vamos a decirlo en una sola línea: el Concejo Deliberante de Rojas aprobó por mayoría un proyecto por el cual se cambia el nombre de la calle Roca por el de Pueblos Originarios. Pero aquí viene lo sorprendente: al proyecto lo presentaron alumnos del colegio secundario de la ciudad. De la ciudad. Y los representantes municipales lo aprobaron por amplia mayoría. Con una conciencia y claridad que pueden notarse en las intervenciones de esos concejales. El anteproyecto fue elaborado por los alumnos y discutido con la ayuda de los profesores Liliana Barzaghi, Javier Membriani y Andrea Tamasi sobre la base del proyecto Identidad Latinoamericana que se propone “asumir la identidad de los medios de simbolización a través de los mecanismos democráticos de participación”.

Justamente eso así es iniciar el debate sobre nuestra historia para preguntarnos el porqué de tanta crueldad en nuestro devenir que culminó con el método represivo más sádico y perverso de la historia: la desaparición de personas y el robo de niños. Por ahí se comienza. Preguntarnos por qué glorificamos actos de tanta crueldad y cinismo como lo fue la Campaña del Desierto, que terminó con la muerte o la esclavitud de los pueblos originarios y el apoderarse de sus tierras. Los alumnos de la Escuela de Rojas, después de estudiar una profunda bibliografía y discutirla, llegaron a la conclusión, como dice su anteproyecto, de “que el general Julio Argentino Roca fue el principal actor de la llamada Campaña del Desierto, que significó uno de los momentos más bochornosos de nuestra historia nacional, por el etnocidio y el genodicio que se perpetró contra ‘nuestros hermanos los indios’ (como los llamó San Martín) al solo efecto de robarles sus tierras para otorgarlas a unos pocos propietarios” y que “en el término de veintisiete años, el Estado regalase o vendiese a precios irrisorios 41.787.023 hectáreas a 1843 terratenientes vinculados por lazos económicos y familiares a los diferentes gobiernos que se sucedieron en aquel período. De resultas de ello, cincuenta familias llegaron a ser propietarias de más de cuatro millones de hectáreas en la provincia de Buenos Aires. Por ley especial se premió al general Roca con 15.000 hectáreas que se agregaron a las 50.000 que ya se le habían otorgado” y que “la mencionada guerra de exterminio se llevó a cabo con una crueldad que repugna a todo sentimiento humanitario y que se hizo posible gracias al sentimiento de superioridad que nacía del enraizado racismo de toda una clase dirigente: por ello, y sin siquiera cuestionarse, llamaron desierto a un territorio ocupado por aborígenes, a quienes hoy la Constitución denomina pueblos preexistentes”. Y luego, el anteproyecto trae una frase de legítimo derecho: “que a la mirada de los niños y adolescentes no corresponde exponer a quien desempeñó un papel nefasto en la historia otorgándole el lugar que se reserva para los héroes y otros personajes dignos del respeto de los argentinos”.

El debate entre los concejales fue profundo y extenso. Votaron por la afirmativa los concejales María Baldoma, Lila Cohen, Alicia Ferrea y Carlos Blázquez (todo del Frente par la Victoria), Daniel Boyeras, Alejandra Sábato, Carlos Veliz y Juan Piqué (UCR), y Laura Onrubiam de la agrupación 26 de Octubre. En contra, Vicente Escorcia, y Alba Molina (26 de Octubre), Miguel Crespo (Frente para la Victoria). Estuvo ausente el vecinalista Luis Miguel Caso, que antes había señalado que votaría en contra.

En los argumentos de los que votaron en contra está demostrado el absoluto vacío de ideas y de defensa de la ética. Por ejemplo, el concejal Vicente Escorcia dijo: “Un cambio de nombre implica trastornos para quienes habitan en esa calle. Por eso, más allá de que considero que Roca fue un personaje nefasto de la historia, voto para que la calle continúe con el nombre que tiene”. Aquí se podría aducir que, con ese argumento, todas las ciudades alemanas deberían hoy mantener sus principales calles con el nombre de Hitler, para no causar “trastornos” a los vecinos. Elba Molina, que también votó en contra del cambio de nombre, adujo: “Cambiar el nombre de la calle no va a cambiar la historia, no va a eliminar las muertes, y por el contrario, creo que dejarlo nos va a recordar siempre la tragedia de los pueblos originarios”. Con ese criterio, nuestras calles tendrían que tener el nombre de Videla, Massera, Etchecolatz, Astiz, etc. Increíble el argumento de la señora concejal.

Y también el concejal Miguel Crespo repitió ese argumento que bien podría calificarse de oportunista. Dijo, textual: “Creo que dejándole el nombre a la calle Roca mucha gente se va a acordar de que este hombre fue un asesino, y siempre va a estar presente en ese carácter. Por eso voto para que no se le cambie el nombre”. En Rojas, la gente lo llama ahora al concejal Crespo con el apodo de “Pilatos Crespo”.

En cambio, los concejales que defendieron la eliminación del nombre de Roca trajeron copiosos datos históricos de cómo ese militar Roca restableció la esclavitud al anunciar el “reparto de indios”, más los fusilamientos y la quita de los niños a sus madres. Y, claro está, el indiscutible negociado del reparto de tierras entre los poderosos de la época.

La ciudad de Rojas nos ha dado el ejemplo. En nuestra “adelantada” ciudad de Buenos Aires, el macrismo rechazó en comisión el proyecto y hay hasta iniciativas soplonas de aprobar una suma de dinero para limpiar el monumento de Roca de la Diagonal Sur de todas las inscripciones de la sabiduría popular. Pero, por más que la limpien...

Y de lo de Rojas pasamos a otro hecho que dignifica a los encuentros populares y a sus búsquedas de una sociedad más profunda. Ocurrió en Los Toldos, también provincia de Buenos Aires, donde los mapuches hicieron un encuentro con el bello nombre de “Caminata por la defensa de todas las vidas”. La música típica de ellos acompañó al encuentro que llevaba como lema “El habla de la tierra, el agua, el viento y el fuego”. Las invitaciones fueron amplias: a los pequeños productores orgánicos, a ambientalistas, y a otros pueblos originarios. Participaron escuelas y jardines de infantes y abuelos mapuches entregaron a los niños plantines de flores y plantas medicinales, como signo de la diversidad biológica. También se plantó una cortina forestal como símbolo de detener las fumigaciones sobre los campos. Se leyó una página de Verónica Azpiroz Cleñan, donde describe lo que era esa región antes y lo que es ahora. Después detalló la tierra donde vivió su abuelo y lo que es ahora. Dijo: “Ayer fui al campo donde vivió mi abuelo. Encontré una tapera. El campo está sembrado de soja, la tierra ya no es negra. Es grisácea. No hay ya ni caballos. Ni vacas, ni lechones, ni plantas, ni huerta, ni flores, ni pájaros, ni mariposas, ni perdices, ni gaviotas, ni el cielo azul de mi infancia. Me quedé pensando. Está en el recuerdo vivo de nosotros, el modo de producción agraria sin lastimar la tierra, con una producción diversificada, en equilibrio con el ecosistema, con el espacio natural y respetando las fuerzas naturales que dan vida a todas las vidas. Los espacios territoriales han sido transgredidos, contaminados por la fumigación y así, ha sido fumigada nuestra salud, nuestro pensamiento y nuestra vida”. Luego señalará las virtudes de la medicina mapuche, con el uso de 250 hierbas medicinales. “El año pasado –señala– hemos recolectado cerca de 50 especies. Pudimos constatar que las pérdidas de las especies en menos de 30 años son abruptas, que el empobrecimiento de nuestra tierra es atroz por el uso de los agroquímicos.” Y la representante mapuche en su documento se pregunta “¿dónde está garantizado nuestro derecho a vivir y curarnos de acuerdo con nuestra cultura, si la ‘lógica chacarera’ y mezquina sigue peleando por retenciones pero nada dice sobre las enfermedades que nos causa el glifosato para que crezca la señora soja? Y nadie da cuenta de la pérdida de la biodiversidad. ¿Y de la muerte de más de 150 especies de plantas medicinales en menos de treinta años? ¿Por qué callamos sobre la muerte de la diversidad biológica gracias a la soja transgénica?”. Y luego, Verónica terminó con esta fuerte frase: “A la soja le digo fuera, fuera de nuestra tierra”.

Roca señaló que conquistaba esas tierras “para atraer al capital extranjero”. Los pueblos originarios –sus víctimas– defienden hoy las hierbas medicinales. Dos reacciones contra el ritmo impuesto por un sistema económico que hoy está aterrando al mundo entero. Habría que redefinir el sentido de la palabra “progreso”.

Osvaldo Bayer
Fuente: Diario "PáginaI12", 11.10.2008
http://www.pagina12.com.ar/

Los niños fumigados de la soja


"A veces me agarra dolor de cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera con cuello alto para taparme la cara y la cabeza".


Argentina / Norte de la provincia de Santa Fe
Diario La Capital
Las Petacas, Santa Fe,
29 septiembre 2006


El viejo territorio de La Forestal, la empresa inglesa que arrasó con el quebracho colorado, embolsó millones de libras esterlinas en ganancias, convirtió bosques en desiertos, abandonó decenas de pueblos en el agujero negro de la desocupación y gozó de la complicidad de administraciones nacionales, provinciales y regionales durante más de ochenta años.
Las Petacas se llama el exacto escenario del segundo estado argentino donde los pibes son usados como señales para fumigar.
Chicos que serán rociados con herbicidas y pesticidas mientras trabajan como postes, como banderas humanas y luego serán reemplazados por otros.
'Primero se comienza a fumigar en las esquinas, lo que se llama 'esquinero'.
Después, hay que contar 24 pasos hacia un costado desde el último lugar donde pasó el 'mosquito', desde el punto del medio de la máquina y pararse allí', dice uno de los pibes entre los catorce y dieciséis años de edad.
El 'mosquito' es una máquina que vuela bajo y 'riega' una nube de plaguicida.
Para que el conductor sepa dónde tiene que fumigar, los productores agropecuarios de la zona encontraron una solución económica: chicos de menos de 16 años, se paran con una bandera en el sitio a fumigar..
Los rocían con 'Randap' y a veces '2-4 D' (herbicidas usados sobre todo para cultivar soja). También tiran insecticidas y mata yuyos. Tienen un olor fuertísimo.
'A veces también ayudamos a cargar el tanque. Cuando hay viento en contra nos da la nube y nos moja toda la cara', describe el niño señal, el pibe que será contaminado, el número que apenas alguien tendrá en cuenta para un módico presupuesto de inversiones en el norte santafesino.
No hay protección de ningún tipo.
Y cuando señalan el campo para que pase el mosquito cobran entre veinte y veinticinco centavos la hectárea y cincuenta centavos cuando el plaguicida se esparce desde un tractor que 'va más lerdo', dice uno de los chicos.
'Con el 'mosquito' hacen 100 o 150 hectáreas por día. Se trabaja con dos banderilleros, uno para la ida y otro para la vuelta. Trabajamos desde que sale el sol hasta la nochecita. A veces nos dan de comer ahí y otras nos traen a casa, depende del productor', agregan los entrevistados.
Uno de los chicos dice que sabe que esos líquidos le puede hacer mal: 'Que tengamos cáncer', ejemplifica. 'Hace tres o cuatro años que trabajamos en esto. En los tiempos de calor hay que aguantárselo al rayo del sol y encima el olor de ese líquido te revienta la cabeza.
A veces me agarra dolor de cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera con cuello alto para taparme la cara y la cabeza', dicen las voces de los pibes envenenados.
-Nos buscan dos productores.
Cada uno tiene su gente, pero algunos no porque usan banderillero satelital.
Hacemos un descanso al mediodía y caminamos 200 hectáreas por día.
No nos cansamos mucho porque estamos acostumbrados.
A mí me dolía la cabeza y temblaba todo. Fui al médico y me dijo que era por el trabajo que hacía, que estaba enfermo por eso', remarcan los niños.
El padre de los pibes ya no puede acompañar a sus hijos. No soporta más las hinchazones del estómago, contó. 'No tenemos otra opción. Necesitamos hacer cualquier trabajo', dice el papá cuando intenta explicar por qué sus hijos se exponen a semejante asesinato en etapas.
La Agrupación de Vecinos Autoconvocados de Las Petacas y la Fundación para la Defensa del Ambiente habían emplazado al presidente comunal Miguel Ángel Battistelli para que elabore un programa de erradicación de actividades contaminantes relacionadas con las explotaciones agropecuarias y el uso de agroquímicos.
No hubo avances.
Los pibes siguen de banderas.
Es en Las Petacas, norte profundo santafesino, donde todavía siguen vivas las garras de los continuadores de La Forestal.

Fuente: Diario La Capital, Rosario, Argentina

Homenaje: Nicolás Casullo

Nicolás Casullo


La Ausencia Fosforescente
Por Ariel Magirena para Visión 7. Noticiero de la Televisión Pública


"Uno vive el presente como si toda una historia confluyese sobre ese presente, y el presente fuese como una suerte de consumación de todo un proceso histórico" dijo Nicolás Casullo a su entrevistador. Como un sabio gurú, quien fuera hasta hoy uno de los mas lúcidos exponentes contemporáneos de esa rara clase de intelectuales con autoridad, era consultado por sedientos de análisis y perspectiva para tentar el trazo del mapa que llevara a la salida del "laberinto argentino". Pero aunque fuese generoso en su docencia nunca aceptó jugar el papel de oráculo para el que lo acreditaban su trayectoria y su obra. A sus 64 años se propuso y conformó, junto a otros pares, un espacio para desarrollar orgánicamente el debate, la confrontación y la circulación de las ideas, que estaba vacante en la sociedad argentina. Sin prejuicios; sin preconceptos y sin miedo de asumir el compromiso, ese espacio tomó el nombre de su característica y transparente forma de compartir el pensamiento: carta abierta. Su legado.

Además, de sus novelas exquisitas, sus ensayos profundos y sus artículos elocuentes; y de la cátedra de comunicación social, que tendrá un vacío insustituible en las universidades de Buenos Aires y de Quilmes, donde este crítico feroz y minucioso formaba en el pensamiento crítico y propositivo a una nueva generación de comunicadores que no se soñaran estrellas de los medios. Muchos de esos medios que hoy reducen su perfil, el de uno de los pensadores mas influyentes sobre dos generaciones en Argentina y latinoamérica, a la simplificación parcialista e intencionada de "intelectual kirchnerista". Nicolás Casullo discutió el lenguaje y las palabras cuestionando los paradigmas dominantes de la sociedad contemporánea.

La crónica dirá que el director de la revista "Pensamiento de los Confines" y autor de "París 68. Las escrituras, el recuerdo y el olvido","La comunicación, una democracia difícil", "El debate modernidad-posmodernidad", y "Las Cuestiones", su último libro, entre muchos otros, falleció el 9 de octubre de 2008 al día siguiente de ser internado en una clínica porteña y que sus restos fueron despedidos merecidamente en la biblioteca nacional. Pero poco, de esa ausencia fosforescente que dejan los que, a decir de Bertolt Bretch, son imprescindibles. (A.M)

Publicado por Comisión de Medios Audiovisuales en Carta Abierta
http://mediosencartaabierta.blogspot.com/
La Letra

La maldición de Malinche
Letra y Música: Gabino Palomares
Canta: Amparo Ochoa



Del mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados
eran los hombres barbados
de la profecía esperada.
Sonó la voz del monarca:
que el dios había llegado
y les abrimos la puerta
por temor a lo ignorado
Iban montados en bestias
como demonios del mal
iban con fuego en las manos
y cubiertos de metal.
Fue el valor de unos cuantos
les opuso resistencia
y al mirar correr la sangre
se llenaron de vergüenza.
Aunque los dioses ni comen
ni gozan con lo robado
y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado.
Ese error entregamos
la grandeza del pasado
y en ese error nos quedamos
trescientos años esclavos
Se nos quedó el maleficio
de brindar al extranjero
nuestra fe, nuestra cultura,
nuestro pan, nuestro dinero.
Hoy les seguimos cambiando
oro por cuentras de vidrio
y damos nuestra riqueza
por sus espejos con brillo.
Hoy en pleno siglo XX
nos siguen llegando rubios
y les abrimos la casa
y los llamamos amigos.
Pero si llega cansado
un indio de andar la sierra
lo humillamos y lo vemos
como un extraño por su tierra.
Tu hipócrita que te muestras
humilde ante el extranjero
pero te vuelves soberbio
con tus hermanos del pueblo.
¡Oh! maldición de malinche
enfermedad del presente
¿cuándo dejarás mi tierra?
¿cuándo harás libre a mi gente?

Ver videos de este tema en:
http://blip.tv/file/422710
www.youtube.com/watch?v=QSNAj4EOMY0
www.youtube.com/watch?v=eyUwolkWINk

Delfina Acosta: Guía de cementerio


Íbamos mis amigos y yo al cementerio, a menudo, durante la siesta.
En casa ya sabían que si estaba ausente, lo más seguro era que andaba de curiosidad por el camposanto, y se quedaban lo más tranquilos.
Si pudiéramos profanar las tumbas, lo haríamos, pues se hallaba a gusto en nuestra naturaleza el hábito del saqueo.
El enojo de los gatos monteses, en vista de que crecimos apaleados, nos guardaba de la doctrina católica que se enseñaba cada domingo a los niños en la parroquia de la iglesia Virgen del Rosario. Éramos pues, diablos.
Pero los panteones estaban a salvo de nuestros propósitos. Las puertas eran no sólo de metal pesado; estaban además cubiertas por rejados de hierro y cortinas oscuras.
En el interior, los cajones oficiaban de tálamos, donde dormían los muertos, a los que deseábamos ver.
¿Quiénes eran ellos? ¿A qué cosas y costumbres se dedicaban cuando la salud los hacía conversar y reir animadamente? ¿Estaban, acaso, en paz?
- No han sido gentes muy amadas por sus parientes - comentaba yo.
- ¿Por qué dices eso ?- me preguntaba Felicita; siempre mostraba curiosidad, si no debilidad por mis preguntas, pues sospechaba que había en ellas mentiras que deseaba sacudir a la luz del sol.
- Pues está claro. ¿No te das cuenta? ¿No lo ves? - contestaba.
Entonces les recordaba a mis amigos que cuando había entierros, los parientes se desmayaban, se arrancaban mechones de cabellos, amenazaban con dispararse un tiro a la cabeza, bajaban a la fosa recién abierta mientras juraban contra Dios.
En cuántas lápidas preciosas en un tiempo y luego convertidas en nidos de comadrejas, los enlutados parientes habían hecho grabar inscripciones que inspiraban lágrimas de fuego: “¡Madre: No te olvidaremos nunca!”.
“¡Amado esposo: Vivirás por siempre en el corazón de tu desconsolada esposa!”.
Les hacía pasear a mis amigos frente a esa literatura dramática escrita con letra gótica en las lápidas; yo era la guía de los sepulcros que hacía justicia a los olvidados.
“Pues bien. ¿Qué tenemos junto a estas tumbas sino costillas de gatos muertos, floreros vacíos y abandono...?” reflexionaba.
No hablaba en balde, por cierto. Junto a la estatua de una mujer abandonada como un sauce al llanto, crecía en abundancia la hiedra, cual segunda cabellera de la obra artística.
Una caravana de hormigas entraba por un pequeño orificio de un tronco podrido y venía a salir por la parte trasera del panteón, donde crecían en abundancia los musgos blancos.
¡Qué espectáculo grosero!
La rama de una higuera golpeaba, cuando el viento empezaba a soplar, la fotografía enmarcada en bronce de una dama muy joven y bella.
- ¿Qué le hace ya a esta difunta su fotografía en la pared del panteón, y el marco precioso, y el lujo de su morada, si nadie la visita ni siquiera en el día de todos los muertos? - seguía razonando.
- Y eso, ¿cómo lo sabes? - quería saber Felicita.
- Pues basta con observar el estado de la construcción. Este sitio, a sola vista muestra que hace años nadie pone un pie aquí. Las paredes muestran los ladrillos. Cuando mueres te quedas solo. Tus parientes se divierten de lo más lindo sin ti. Ya no les molestas con tu respiración asmática. Ya no les sobresaltas a la noche con la noticia de que la mierda viene en camino. Y si te descuidas no te recuerdan. Pero si se acuerdan de ti es para coincidir en que lo mejor que te pudo pasar es que hayas reventado - decía yo, satisfecha, y escupiendo, pues ésa era mi manera eficaz de poner fin a una oratoria.
Mis amigos me miraban felices. Aquella maldad que ellos tenían en algún lugar del pensamiento y que no sabían expresarla, salía muy bien pintada de mi boca.
Por lo demás, el escenario del cementerio se prestaba para conversaciones a propósito de olvidos y de un mundo infame.
Pero luego, cansada de mis maldades, me quedaba callaba. Era el tiempo de ellos. Y mientras les oía decir lo suyo, observaba cómo, lánguidamente, la siesta recorría los pasillos del cementerio. Y cómo los cuervos giraban alrededor de una vaca convertida en carroña, en la colina. Y cómo el viento movía el ramaje de los árboles del camposanto trayendo un ruido a alma que corre y se despeña...

Delfina Acosta
delfina@abc.com.py

Mónica Russomanno: QU


La Leo escribe la “Q” y la “U”, a la “E” la va a escribir después. No se por qué, pero pone “QU” y después va a agregar las “Es”. Lo escribe grande, en una columna larga y finita al lado izquierdo de la hoja, y con su regla de treinta centímetros fabrica casilleros desiguales para enmarcar todas esas preguntas incompletas. Quizás sea que las preguntas son incompletas ya que la respuesta es incógnita. Así debería de ser. Uno no sabe la respuesta, no hay por qué terminar la pregunta.
La Leo está en el geriátrico desde hace varios años, pero estaba acompañada por su mamá de cien años. La mamá ya no está. La mamá murió. Ahora la Leo está solita con sus setenta y cuatro años, y esos siete años que lleva adentro desde los siete años de veras, desde que las convulsiones le detuvieron el tiempo adentro. Siete años de alumnita de primaria. Siete años de viejita que escribe con su birome “QU”. Muchas QUs”, muchas preguntas sin final.
Y me mira con los ojitos pequeños, me mira con intensidad. Parada frente a mí sobre las piernas con llagas, con la boca desdentada, los rulitos canosos, niñita siempre niña a pesar de las arrugas y las manos manchadas con vejez y tinta azul. Me extiende la hoja mamarracheada la Leo y dice “QUÉ”. Me grita su “QUÉ”. Me grita la pregunta como los niños, que todavía esperan que uno tenga una respuesta; que la respuesta sirva de algo; que sea posible solucionar los desastres que la vida, el tiempo, los insondables acaeceres complican y borronean.
Desde su vida borroneada, la Leo me grita su “QUÉ”. Qué voy a hacer el día de la madre. Qué voy a hacer el día de la madre. QU, QU, QU, QU, muchas preguntas incompletas una debajo de la otra en birome temblorosa, subrayadas con regla de treinta.
Qué voy a hacer el día de la madre, pregunta, demanda, grita. Me grita qué.
Me dice que ya no le puede dar de comer, que ya no la tiene al lado, me repite que ya no le puede dar de comer. El supremo, primer y último cariño, si a los niños y a los viejos les llevamos dulces, galletitas, si a los novias se le regalan chocolates. “Ya no le puedo dar de comer”, dice la Leo. Y me deja estúpidamente balbuceando obviedades inservibles.
No puedo contestarle. Apenas poner unas palabras sin sentido delante o detrás de otras palabras sin sentido.
No puedo contestarle a la Leo. Me pregunto qué puedo decirle, cómo consolar su tristeza, su soledad, sus lágrimas de niña anciana que caen redondas y transparentes. Qué puede hacer la Leo el día de la madre. ¿Qué puede hacer?
Me pregunto qué decirle. Me pregunto QU, QU, QU, QU.



Mónica Russomanno
russomannomonica@hotmail.com

Rolando Revagliatti: Textos que yo, de entrecasa, denomino "encadenados"

Rolando Revagliatti

Nota: Algunos de los textos que aquí van han sido socializados en las cuatro Listas en las que participo. Muchos, en otras versiones. Ninguno de ellos ha sido incorporado a poemario todavía.



Epitafios



1

No cejó en su empeño
denodado
por avenirse
a "la fatalidad" de las damas.


2

Obtuvo el reconocimiento
de sus impares
Dejó su huella
en la almohadilla
Sonrió
con una muerte.


____________________________




Doble



1

No he sido hallado por mi doble

Y eso que
no
huyo.


2

Mi doble es
hoy día
apenas uno
de mis
socios.


_____________________________



Lleno



1

Al salto mortal de tu vacío
la ilusión de mi lleno.


2

La ilusión de mi lleno
me la brinda tu odio.


___________________________


Caricatura



1

Retorna a mí
resucitada
mi caricatura

desde su cuerpo muerto
desde su pecho.


2

Me queda bien
la caricatura
del recuerdo
de mí.


________________________________




Acento



1

La larva de un pensamiento
en mi oído

Es en tanto larva
que aturde.


2

La larva de un pensamiento en mí
oído

es en tanto larva
que aturde.



__________________________



Fe



1

La fe mueve montañas de dinero.


2

El conocimiento
remueve montañas
de fe.


3

Las montañas que la fe mueve
el conocimiento las remueve.


_________________________________




Penas



1

Respecto de la vulgar
pena de muerte
sí que la pena de vida
es esnob.


2

Contra definitivo cumplimiento
de la pena de muerte
sostenido cumplimiento
de la pena de vida.


3

¿Alguien duda
de que la pena de vida
lejanísima está de invalidarla
la pena de muerte?


__________________________





Ser quien se debiera (1)



a

No sobra el tino
del destino

Que yo fuera
"un nacido para"
no quiso.


b

¡Si fuera tan simple ser
quien se debiera ser!

Si fuera tan simple ser
quien se debiera
yo no sería
simplemente
nada.


c

Vuelo a mi nada
no siendo lo que debo ser

con alas.


_____________________



Ser quien se debiera (2)



a

Soy lo que debo ser:
un cerdo
burgués rodeado por el oro

Si no
no sería nada.


b

¿Soy lo que debo ser
o no soy lo que debo ser
si arrastrándome a nada
soy gusano?


c

Soy lo que debo ser:
quien habiéndose propuesto firmemente
ser lo que debía ser
fue, sin embargo

NADA.


_____________________________



Sueño / Sueños



1

Me sobra sopor
tanto
como me falta sueño

¡Degenerado!


2

Tengo el sueño que no me alcanza para dormirme
Y un despabilamiento defectuoso, y por lo tanto
insuficiente para acrisolar mi vigilancia.


3

Vigilo:
ha muerto
quien soñaba
mis sueños.


4

El escalpelo
se aproximó
al sueño

Lo amenazó.


________________________




Algo dice



1

Algo dice de mí
quien nada dice de mí
pudiéndolo decir

Y yo
lo oigo.


2

Algo dice de mí
el Turro

Y no se equivoca
con mi
"fantasma".


3

Algo dice de mi amor fraterno
mi odio
fraterno.


4

Algo que no comprendo
dice de mí
el Gangoso

y conmigo
arrea.


___________________________



Pecados


1

Vuela mi soberbia
raída
en una alfombra soberbia

Y raída.


2

A los que son mis celos
les pertenezco.


3

"Piña seca":
representación de mi avaricia
más
simpática.


4

Mi lujuria es mi capacidad.


5

¿Acaso sobreprotejo
a mi pereza?


6

Margaritas
a mi gula.


7

No la desparramo
Ni
ataco

Mi envidia
es para mí

Y sufro
-a lo bestia-
en soledad.


8

Fui adoptado por la ira
desde el parto.


9

Cuando no me sostiene
mi soberbia
me despatarra.




Rolando Revagliatti
http://www.revagliatti.com.ar/0001_youtubevideos.htm
http://fa9000.wordpress.com/2008/10/04/un-buen-poema
http://fa9000.wordpress.com/category/rolando-revagliatti/

Virginia Edit Perrone: Trazos de octubre


Agrupamos cabezas,
ante la huidiza luz nos
hacemos reflejo.
Efímeras inmortalidades.

*****

Lanzados a la
segunda intemperie:
construir un mundo,
habitarlo.

*****

La pregunta inaugura
la mordida fatal del tiempo
y esta estampida infinita
de segundos.

*****

El Universo bosteza,
me lo dicen las estrellas
esta noche de malvón y
viento.

*****

¿Y qué clase de
Amor te
tendría?
Prefiero amar sin
clase.

*****

Te presto mis hombros,
a veces la carne aloja
tanto como la
Palabra.

*****

Elegimos el Lenguaje,
ese que viene a golpearnos
en reversa
y nos interroga.

*****

No hay exclusión,
cuerpo y lenguaje
como madera y viento.

*****

Catedrales de ausencia,
cuerpos sin paz, y a su
pesar, soy esta mujer
radicada piel,
horas,
húmedo temblor.

*****

Cuando no alcancen
estas categorías,
con qué otras mentiras
diremos que comprendemos
el mundo.

*****

Me destraza esta
noche quieta
de belleza.
Toda ella es Trazo.

*****

Además, y después
de mi gran Amor,
a vos también
te recuerdo.

*****

Este pájaro me
dice
que soy casa.

*****

Atrapé el tiempo,
esta noche, y me hice
minuto.

*****

Entre el horizonte
y las horas
vibra la rosa.

*****

Adobe, huérfano
de pájaros, también
puedo ser humedad
en tu ventana.

*****

Vuelve la ausencia para
devorarme.
Yo me hago clavel
y la confundo.




Virginia Edit Perrone
http://virginiaperrone.blogspot.com/

Homenaje: Mario Rubén Chiérico

El pasado 3 de septiembre falleció, a los 88 años, el escultor Mario Rubén Chiérico. Fue un gran artista plástico argentino que, como tantos otros, fue ignorado por los grandes medios injustamente. Su hermana Selene nos ha hecho llegar un resúmen de textos pertenecientes a dos libros que escribiera Mario Rubén: Identiclaves, interesantes para descubrir sus puntos de vista ante diferentes temas y que a continuación reproducimos:

IDENTICLAVES
De la Prenoción y su cambiante devenir
La prenoción es un anticipo del conocimiento elemental, que desde su propia acción, determina aquello que se propone básico en los conceptos que aporta. En su cambiante devenir, mis prenociones produjeron algunas respuestas que pude asumir como claves de entendimiento. Desde allí en lo cotidiano de cada examen, comprobé que todo el conocimiento creídamente sabido requería más información, y que no sería poco lo que tendría que aprender.
Mi nombre es: Mario Rubén Chierico, nací en Haedo, Provincia de Buenos Aires, y doy a conocer estas líneas en diciembre de 2007, fecha que matemáticamente, no es ajena a mis cumplidos 87 años.
Hubo un día, indeterminado en mi memoria, en el que advertí poseer reunidos en una caja, numerosa cantidad de pequeños trozos de papel, sueltos, distintos en su tamaño e identificados con diferentes y apresuradas escrituras. No me sorprendió el familiar contenido, pero sí la cantidad en esa caja que abría y cerraba en cada oportunidad que una afirmación, nacida circunstancialmente, requería ser guardada. La suma de esas manifestaciones, tan desordenadamente reunidas, respondía- y así lo entendí en esa oportunidad- a la pretensión de hacer conocer mis respuestas frente a los interrogantes que surgían según inquietantes y exigentes dudas. Quise y pude resolver, con el innegable propósito de transmitir con honestidad y en forma escrita, aquello que por apreciación, buena o mala, por acierto o por error, definiera mi personal e indelegable manera de pensar.
Y no resultó fácil cumplir lo propuesto, porque ser leal con uno mismo necesitó la idea, la búsqueda del concepto, su relación clara en la expresión y rehacer totalmente una y otra vez, hasta obtener la verdad en todo aquello que mereciera ser incorporado como parte, en la totalidad de las respuestas ya obtenidas.
Me di cuenta entonces, que sin esperar el asomo de un interrogante, podía, de acuerdo a un plan de incógnitas, resolver como "Identiclaves" (Claves de identidad), aquellas respuestas que casi cotidianamente incorporaba a lo ya producido. Un primer volumen me fue posible editar en el año 1995, y otro con el título "Más Identiclaves" en el año 2000. A mucho más tendré que responder según el plan que me propuse. Mientras tanto, acompañando a otras realidades, guardo algunas respuestas inéditas, escritas en pequeños trozos de papel… y siempre conservadas en la misma caja receptora.
Acerca de lo propuesto, algunos interrogantes
Identidad del espíritu humano: Soledad cósmica; La vida; La muerte; El amor; Las relaciones con Dios; Los vínculos con los demás; La memoria; El olvido; La libertad; La sumisión; La conciencia; El instinto; Los ideales prospectivos; El bien; El mal; La ley; El desorden; El impulso y La norma…eternos interrogantes del hombre mientras transita su breve temporalidad.. Reflexionar hondamente sobre la vida, facilitar su comprensión y asumir la muerte como tal, sin dramatismo, armonía de razón y sentimiento; no signar cada propuesta en una idea negativa de lo cotidiano; no sentirse cautivo; eludir la amargura; con vitalidad de ejecución continuar el accionar que proponen las respuestas a los ineludibles interrogantes y percibir aquellas vivencias que nos comprenden. Darle crédito a nuestras fantasías y abrir su espacio. Admitir la trascendencia superior del espíritu, que se puede lograr en atención a nuestra naturaleza. Modificar el horizonte, invocar, iluminar, enriquecer; reconocer la esencia y con rechazo de lo superfluo tomar conocimiento del sí mismo existencial. Búsqueda de lo absoluto; relación de lo afectivo y no desestimar el aporte de la esperanza; atender el comportamiento ético –moral que revelará lo significante desde aquello que cada Ser se propone.

DEL PRÓLOGO PUBLICADO EN AMBOS LIBROS
Aceptado el riesgo cierto de que no alcancen valores de significación, estas claves de mi identidad devienen de cada voz entendida como propia, un ejercicio genuinamente interesado que se razona y siente en la conciencia. Resultan de una frecuente formulación de incógnitas referidas a nuestra naturaleza, y las respuestas -que en su mayoría por cultura ya nos fueron dadas- sin garantía de razón y mucho de sentimiento, abren caminos de convicción personal en cada convocatoria. Son reflexiones, responden a una búsqueda indelegable, y queda confiado a un leal sinceramiento el modo de rescatar y definir cada vibración, que se advierte en esa vida interior que nos concierne.
Me reitero, las "identiclaves" son claves de identidad, afirmaciones asumidas entre acuerdos y desacuerdos según la evaluación de cada circunstancia, una manera de provocar el análisis y el comentario desde el ejercicio de pensar, en sí y para sí, toda la aseveración que sirva acertadamente al modo de actuar que cada quien se impone de acuerdo a su concepto. Pretenden conocimiento y no intentan imponer un orden a la
vida, se brindan a ella y la ayudan para resolver, sin contradicciones, a su ineludible y personal aprendizaje.
Así entendidas, interpreto que estas claves, por lo que afirmo, por lo que niego, traducen las expresiones de la vida espiritual que me acompaña y registran una reacción una forma de conducta sensible en mi identidad. Cuando las señalo y doy a conocer, solamente trato de informar sobre aquello que a mi me forma, y en el propósito desestimo atribuirme la intención de formar con lo que informo. Porque todo proyecto de vida es individual, podemos comunicar lo más significativo de nuestra experiencia, pero muy difícilmente transferirla.

IDENTICLAVES (CLAVES DE IDENTIDAD)

Sirve muy bien a la vida un vibrar alentador, auténticamente conmovido por algunos sueños y muchas realidades.

Pretender ser, es fácil, lo difícil de aceptar, es no ser.

Esa paz que tanto ansiamos, cósmica, absoluta y profundamente deseable, seguramente existe, pero siempre lejana, mucho más allá de esta inquieta y luchada permanencia en vida.

Pretender comprobar cómo es el objeto de nuestro amor, supone preguntarse el porqué de su atracción, una propuesta racional que arriesga perder la emoción en los sentimientos que a ese amor nos impulsan.

Lo que inquieta de un futuro que pretendemos óptimo, es su horizonte cambiante, dudosamente repetible, ese desafío que permanece en el tiempo esperanzado que lo identifica alentador, y creíblemente alcanzable.

Razonablemente, la fuerza de los débiles está en su debilidad, y la debilidad de los fuertes en su fuerza.

Dios humano y divino, existe en los hombres, presumiblemente, tal como los hombres, a su semejanza existen en Dios.

Racionalmente, mucho más pretendo del ahora, porque ayer es irrepetible y todo el después, una promesa o nada.

Sin precisiones, sin definición del ideal propuesto, sin el aporte de un esfuerzo productivo, la esperanza quedará incumplida y será ilusión.

Una forma es a su función aquello que la función resuelve como necesidad.

Nos estimula la perspectiva que persigue a su horizonte.

El ser creativo es una realidad que transitó memorias hasta olvidarlas.

Necesitar no me preocupa, pero sí me contraría padecer una necesidad de lo innecesario.

Sin obligación de un quehacer perfecto lo que sí nos corresponde es intentarlo.

Bien entendido, el ejercicio moral de una conducta responde a una memoria inteligente y selectiva que propone aceptación o rechazo en las decisiones.

La nada no es ausencia de todo, porque el todo es una dimensión que se configura y establece según la exigencia estimulante y creadora que nos aporta esa nada.

Nuestro desorden puede ser la respuesta correcta a una deliberada forma de ordenar.

Bien diferenciada de toda ilusión, la esperanza es la fe puesta en un acontecer deseablemente posible.


Se conquistan en libertad y por elección responsable, los niveles éticos y morales que nos comprenden.

En la circunstancia ineludible de existir pretendemos el humano goce de una secuencia digna, porque hay formas de vida tan cruentas como la más cruenta de la muerte, y ambas en nuestra sensibilidad, se padecen intolerablemente injustas.

Cabe al espíritu que desde la propia naturaleza nos anima, definir cómo actuar en la búsqueda reflexiva de un existir trascendente. Sin la proyección de su presencia en nuestra vida interior, el ser, comprometido con su individualidad, carecerá de lo esencial a ese propósito.

Mientras se cumple el orgánico y destructor proceso -principio y fin de nuestra existencia- sin llegar al dominio de la vida que reconocemos árida hasta sus límites, y siempre inacabada, nadie ignora que se nos ofrece a cada quien en su nivel, la oportunidad de proyectar y organizar, afirmar, negar y rectificar el superior emprendimiento, de una personal trayectoria.

Vivir es creer en la vida; es proponer naturalidad a los condicionamientos éticos y morales que la conforman y equilibran. Vivir es aceptar el accionar dinámico que avanza sobre lo eventualmente pasivo de la existencia, un quehacer que estimula sin renunciación, las ansiedades propias de nuestro ser humano.

De ida o de vuelta, el amor que se da, es una respuesta al amor que se recibe. Fuera de un acuerdo leal de los sentimientos, toda expresión parecida es un juego egoísta estimulado por los sentidos.

Vivir resultaría ser un oficio mal aprendido si nos faltara humildad, vocación e inteligencia.

La herramienta en acción sobre la materia es una continuidad de la mano hábil y exigente que ya conoce la respuesta a mandatos tan sensibles como premeditadamente inteligentes.

Si no se nos considera ausentes de toda presencia, es porque siempre se percibe una presencia de lo que está ausente.

Toda obra de creación es producto de una carencia y responde a la necesidad imperiosa de construir donde nos molesta la existencia de un vacío.

De la maquillada imagen supuestamente propia que cada quien se propone, lo dominará su máscara, una falsa fisonomía del bien o del mal, que desde su intención cumple y oculta, pero no niega el propósito de cuanto esconde.

Cada expresión de nuestra vida espiritual acredita para sí toda la dimensión de su experiencia sensible, una suma que se constituye en la medida de su interioridad. Así en el acto creador, la obra emerge de una temporalidad que supo aunar las inquietudes del último, con todos los instantes que desde su pasado, racional o emotivo, lo agitan y comprometen.

De aquello que no tengo y para que no falte lo indispensable, sólo me exijo necesitar.

La intuición es una memoria activa de todo el conocimiento que nos acompaña.

El mismo tiempo cósmico que por enervación nos agota, vigoriza y no destruye a lo sublime en nuestra fuerza espiritual.

Resulta necesario olvidarse del tiempo si cada día que transcurre nos recuerda los prefijados límites. Utilitariamente, con optimismo y superando mediciones, principio y fin no nos pertenecen, pero el resto sí.

En el juego de la seducción, el éxito depende muy poco de los recursos del seductor y mucho de la credulidad engañada y complaciente de quien lo estimula.

Toda prudencia en exceso, nos paraliza en la acción.

Dueños de toda decisión por el libre albedrío, cada quien es responsable de su manera en el obrar, y siempre resultará poco serio y nada creíble, asignar culpas a los demás por todo aquello que tanto depende de nuestra voluntad.

Si de la vida algo nos falta, es lo que no supimos soñar, porque soñar es la respuesta que despierta en nuestros anhelos dormidos.

El amor verdadero es desinteresado. Si la totalidad del amor que recibimos alcanza a nada, es desde esa nada que nos será posible comprobar la inmadurez del propio amor.

Como seres pensantes frente al gran misterio, inquietos, desafiantes o resignados ante el Todo o la Nada, se nos hace cierto y necesario asumir en religiosa paz, la exigente y responsable realidad de nuestros mensurables días.

Un diálogo inteligente se produce cuando hay concesión de lugar para las respuestas que nos dan y aquellas que nos reciben, un mecanismo que propone entender la razón de los otros, para definir en su mejor expresión a los argumentos propios.

Cuando mi fuerza mayor afectó al más débil, intenté ser tan débil como su fuerza mayor.

Podemos relacionarlo con todo…Creer o no creer no es parte del problema, es todo el problema

Soñar es la presencia de un tiempo que se niega a ser lo ausente.


Sin las urgencias del espíritu que la mueve se paraliza todo el accionar de la materia.

Desde una percepción natural de los sentidos, vivir es una forma consciente y agradecida por el transitar de cada uno de nuestros días.

Siempre significante desde lo posible, una esperanza no aportará las frustraciones que son tan propias a la ilusión.

Es desde un accionar inteligente que llegamos al beneficio de la duda.

Afectivamente, para renovar la satisfacción de un encuentro cotidiano, de lo que me rodea y acompaña, me despido todos los días.

Si es débil la esperanza, aún queda sitio para la ilusión, pero rechazo toda ilusión si aún puedo creer con esperanza.

Muy raramente se comparte la emoción, la expresividad o el hondo significado de un silencio.

Cuando más carecemos de una energía interior necesariamente propia, mucho más confiamos en la indudable fuerza que nos aporta la fe.

Hay que renunciar a lo prescindible para no carecer de lo necesario.-

Ser nada, no ser para alguien, tanto depende de la realidad de nuestros valores como de las carencias en ese alguien que nos juzga.

Lo inexplicable de una realidad se padece en proporción a nuestras carencias para interpretarla.

La memoria que custodia aquello que nos importa de nuestro pasado, pertenece a un presente nostálgico que no permite su olvido.

La muerte de lo que vive es natural, y no nos afecta tanto como presenciar la vida natural de lo que muere.

La paciencia es un ejercicio de la tolerancia que nos concede la sensatez.

Totalmente ajenos a nuestra percepción sensible, nos acompañan por su definición estética, funcional o afectiva, todas las cosas, esos objetos inanimados que por sí mismos tanto significan en su revelación como presencias necesarias a nuestro espíritu. Y aunque ellas, esas cosas no lo sepan, las necesitamos para poder coexistir asociados `por la afinidad en el mismo ámbito que nos reconoce partícipes entrañablemente identificados.

Sin aportes que lo desmientan, ser evocado por el último memorioso posible preanuncia el verdadero fin de nuestra existencia.

Fundamental es resolver ahora durante la vida conciente sin demasiadas inquietudes acerca de un después de ella. Lo que el pasado no nos dio y todo aquello que el futuro por incierto se niega a prometernos, únicamente puede lograrse desde la realidad conocida que nos aporta el innegable presente.

Se impone interpretar como un regalo de la Naturaleza, esta oportunidad de vida sensible y conciente en el ya y ahora de nuestra existencia, una circunstancia que se nos dará compensadora y merecida, si se cumple en los esfuerzos y los riesgos aceptables como respuesta de la mejor condición humana. No aceptar el desafío, eludir exponernos, es como negarse a vivir, es renunciar a esta rica experiencia de sentir un alma, en el cuerpo que trasladamos y nos traslada; frágil estructura que nos pertenece y que desde su ineludible y oportuna muerte permitiría satisfacer en continuidad, a esa innegable esperanza de un renacer con permanencia espiritual. Así, como seres frente a tanto como se ignora y presintiendo la inasible eternidad en lo infinito, solamente nos queda resolver aquello que más importa en nuestro
condicionado tiempo, un lapso que apenas alcanza si lo dejamos transcurrir estéril, sin vocación de trascendencia, penosamente ajeno a lo ideal en sus posibilidades.

Según su naturaleza orgánica, tal como se la conoce, la vida es una vibrante fulguración, un lapso activo que desde su principio hasta el fin permite intuir la existencia de una infinitud cósmica que nos comprende. Surgimos concebibles desde un indefinible Todo, y a ese Todo volvemos ineludiblemente inmersos.


Impredecible, aunque irremediablemente cercano, percibo abstracto e ineluctable el día de las cenizas propias a mi continente, ya liviano y por el agua o el viento disperso, de presencia ausente, y ya sin memoria de contenido.

Mario Rubén Chierico

La Foto
Sociedad de los Comedores de Pencas
Autor: Roberto Aguirre Molina (Ram) - Ciudad de Santa Fe, Argentina.
abejeto@yahoo.com.ar
http://bosyono.blogspot.com/

María Rodríguez: Silencio


Silencio,

Silencio, silencio, silencio,

Silencio en la madrugada,

Silencio por la lágrima derramada.

Silencio,


Silencio en el atardecer estrellado

Silencio al deseo mas humano.

Silencio,


Silencio en el corazón herido,

Silencio a la gota de rocío.

Silencio,

Silencio en la mar en calma,

Silencio al que no dice nada.

Silencio,

Silencio en el paso del tiempo,

Silencio por los sueños que se fueron.

Silencio,

Silencio, silencio, silencio,……………

María Rodríguez
verdemar47@yahoo.es

Daniel Montoly: Homenaje al escritor cubano Calbert Casey

Obra: Pornoutopia 22
Autor: Álvaro Antón


EN LA CAMA CON RIMBAUD

A Calvert Casey


Dos ángeles caídos en el placentero sentirse humanos más que nunca, bebieron el pecado original como enfermos a punto de ser salvados por la muerte.
Serví una copa de vino para llevármela a la cama, y tomé aquel viejo libro encuadernado con cuero que compré en un mercado de pulgas con la esperanza de mantenerme insomne bien entrada la noche, pero resultó imposible, el cansancio terminó doblegando el estoicismo de mi indisciplina. Empiezo por contarle esto y agrego que no sé cómo explicarlo, pero mi imaginación me llevó. Al ver mi cuerpo suspendido entre la inercia de la ficción y la insana realidad, observé a varios faunos jóvenes caminar desnudos por un inmenso jardín despartiendo con invitados elegantemente vestidos en una bacanal sexual. Parecía una de esas famosas fiestas de Calígula, y fui a sentarme en una silla ubicada bajo la sombra de un ciprés, de donde distinguí la aurora de un chico particular. Era varonil como Escipión, e irradiaba esa infancia primitiva de los dioses efebos, que sentado en la cúspide de algún monte sagrado rige los destinos de los solitarios como yo. No sé lo que me atraía de él. Quizá eran sus labios amanzanados, o su negra cabellera de potrillo salvaje. Percibí cierto magnetismo en ese muchacho de angelical mirada y semblante melancólico.
Sus ojos, eran como los de un búho en medio de mi oscuridad.
Espejos en donde mirar mi sobria soledad de barco sin capitán. Dicen que "la presunción de inocencia es el rostro perfecto para la perversión" porque bastó acercarme a él, para percatarme del origen de mis deseos. Mis ojos no fueron arrastrados por el viento a las dunas de su indiferencia. Su melancolía tomó posesión de mí ser, y fui sintiendo cómo me asaltaba con pasión su torbellino.
Le cuento que al verme, se puso de pies y salió con rumbo a uno de los tantos baños de la mansión. Lo seguí con ese sigilo característico de los amantes que se inhiben por el miedo cuando van a cazar un Minotauro*. Dejó la puerta abierta. No era tan angelical como pensé. Quería ser espiado. Entré y mirándolo a los ojos como un sacerdote mira a su Dios, me arrodillé frente él a besarle los pies, y humedecer mi orgullo en las aguas de su tridente. Luego comencé a acariciarle los muslos con los labios. Me deshice de la camisa de seda, cogí sus manos gélidas entre las mías, y las coloqué en mi pecho ardiente. Sintiendo un electrizante choque de corriente estática entrar en contacto con mi piel, él me detuvo. Salió del baño, y sonriendo levemente, me hizo seguirlo a un gran salón coronado por una lámpara chandelier, y una suntuosa decoración con elementos del Medio Oriente. Allí elegí mi sitio. Me acosté entre almohadones marroquíes color burgundi, y él se hecho a mis pies.
Rápidamente comenzamos a besarnos con la dulzura de dos condenados a muerte. (Tal como celebraban los amantes de Sodoma el solsticio de los hombres.)
De pronto, metió su mano en mi calzoncillo, y al notar la erección robusta de mi pene, sonrió. Comenzó a besarme el vientre, mientras sus manos no paraban de asaltar el olimpo de mis muslos. Me estremecía sentir la tibieza de su saliva humedecer mi intimidad. Sus labios mordisqueaban mi prepucio, al mismo tiempo que sus dedos apretaban mis tetillas con crueldad. Pronto las ventanas que van al precipicio del placer, y del dolor, fueron perdiendo uno por uno sus cerrojos hasta dejarme vulnerable a sus ataques, como Numancia sitiada por los romanos. Nos amamos con desenfreno, como si los heraldos divinos hubiesen anunciado para hoy, el fin del mundo.
Dos ángeles caídos en el placer de sentirse humanos más que nunca bebieron el pecado original como enfermos a punto de ser salvados por la muerte.
Ese jovenzuelo, al que el desenfreno ni siquiera me permitió preguntar su nombre, me hizo revolcarme en las lavas volcánicas, y salir de ella, ardiendo para siempre.
Nada más ajeno a nosotros que los demás.
En ese instante, lo tenía para mí, como un trapecista tiene la soledad de la cuerda para ejecutar su último y fatal número -ante una grotesca muchedumbre hambrienta de suicidio- me pegó en la cara de forma suave, escupiendo en mi vientre, y al verlo hacer esto, el éxtasis fue reclamado por cada pulgada de mi cuerpo con gusanillos de escalofríos que iban engulléndome como anguilas de fuego.
El salón se impregnó del aroma del toro seguido de un golpe sonoro, transformado en el eco de dos libertinos.
Fue él quien primero se incorporó poniéndose de pies. Quise seguirlo pero sentí que sus ojos me pidieron lo contrario. Me fui al baño para refrescar mi rostro con agua fresca. Miré al espejo y comprendí, que el mal me poseía. Nada -antes de conocerlo- me interesaba. Sólo él. "Mi Adonis...", mi regalo celestial. Pero era una estrella fugaz, de las que satisfacen un deseo, y nunca más vuelves a verlas.
Volví a la fiesta. Procuré sentarme cerca de un solarium rodeado de rosas caldeas. Mis ojos desesperados comenzaron a buscarlo pero ya no estaba. Mi corazón paró de súbito. Por primera vez, mi miserable vida se redujo, al miedo, y al terror de morir. Arranqué una botella de vino de las manos de un sirviente, y comencé a beber ante el desagrado de un poeta marchito que estaba sentado con su musa a mi lado. Esa noche fue la más larga de mi vida. Sólo igualable al éxodo de los judíos en el desierto. Me sentí enfermo y desolado.
Pensará que soy un desquiciado mental, y además, melodramático. Pero cuánto pueda pensar… ya no me importa. He perdido nuevamente la brújula placentera. ¿Quién es capaz de juzgar mi felicidad? Ni siquiera existe -aunque le haya dejado penetrar en mi obscura cueva por el último orificio de mi ruindad- las páginas de este libro, que ahora, sostiene entre sus manos.
Usted está condenado como yo lo estoy, a cargar el peso de mis cadenas toda su vida. Desde ahora, los lectores son mis cómplices, deseando quede en secreto la placentera inmoralidad de su hogar. Desafiaron al mal de las manos en mis apetitos, y cuanto yo disfrute, disfrutarán. Serán eternos, aunque sea sólo al momento de morir. Pero carezco de espíritu materno, tampoco soy tan iluso para pretender que dejará sus máscaras antiguas en el circo, para rendirse a mis dioses.
Son unos cobardes.
Sólo aquellos que le arrancan las plumas, a las alas de razonamiento, y se arrojan al precipicio, pueden alcanzar la ilimitada ebriedad de vivir en sus deseos.
Puedo imaginarme sus rostros con gestos de asco, y el lenguaje corporal de sus hombros deseando verme hundido en el infierno. Pero ustedes, ya viven allí.
Lo desconocen y no necesito que sus máscaras aprueben mi comportamiento, tampoco ese Dios que dejó mis manos libres para elegir su destrucción.
Sé que a partir de este momento, la luz que había en mí, se desterró para dar paso a las tinieblas.
Yo, Verlaine.
Espero que vino, y placer, se apodere de mi vida antes que lápida y larvas.
Verlaine, ¡Verlaine!, grita una horda de mugrientos gusanos por la hipocresía, inquilinos de los favores de la iglesia.
Yo he desertado del bien, para resguardarme de demonios como ellos, y he besando, los espinosos labios de la soledad.
Bebo el zumo de las hiedras del ostracismo. Yo, soy Paúl Verlaine, "pan qui crie et hurle contre l'automne de sa sollicitude."

Daniel Montoly
2007
http://danielmontoly.blogspot.com/
* Frase atribuida a José Lezama Lima

María Victoria Arias: El pacto (*)


(*) El siguiente texto nos llegó como comentario al homenaje que le realizamos a Alejandra Pizarnik. Como consideramos que es de un interesante contenido lo extaemos y lo publicamos por separado. Hacemos llegar a María Victoria Arias nuestras felicitaciones.


Alejandra, no me queda otra posibilidad más que leerte desde tu muerte, como un final que el autor decidió componer para abrir la novela. Entonces, vos, personaje, sos un fantasma mientras te leo, hueca, intangible.
¿Estuviste viva alguna vez, Alejandra? Te veo agónica, fluyente hacia la nada.
Todos vivimos porque hacemos un pacto. Fingimos que existimos. Nos aferramos a esta ficción que llamamos vida. ¿Vos no quisiste o no pudiste pactar? ¿Te llamaban las sombras? ¿Dejó de escribirte nuestro autor? ¿O te rebelaste y quisiste ver qué había fuera del libro? Entonces, ¿vivís en otro lado? ¿En qué grieta?
Creo captarte en los espacios que rodean a tus palabras delgadas, breves, punzantes. ¿Verdad que sí, que estás viva? Pero hay que saber verte, presentirte entre las sombras como un fulgor oscuro, como un silencio que opaca a los ruidos del mundo.
Yo te veo, Alejandra. Participo de tu ceremonia aérea, de lo que das cuando la palabra cesa.
Yo también busco capturar lo que no se puede decir, lo que no existe.
Hace frío. No te vas.
Antes, la nada. Ahora el siempre abierto manantial de espejos que horadan el espesor de los muros que nos han impuesto.
Vivir es no dejarse morir.
Creer en esa paloma repetida que me rodea en esta plaza, la única, la eterna y multiplicada.
Es brillar con un grito calado en esta noche que ya llega y quiere aplastarme y construye un esqueleto para desplazarme.
Es decir. No me voy aunque las estatuas se diluyan, aunque el camino se abra en otro y otro y otro y nuestros pies lloren por la incertidumbre.
Ruedan los golpes de ayer, se van. Quiebra la mano levantada, la que te hería. Piedras y piedras se han hundido en la liviandad de cosmos, acusaron con dagas que por suerte no cruzaron la puerta girante.
Desciende, todo desciende. Lloras. Nueva sed corre, lejos. Mirar así, como ahora, sabiendo que tras ese cristal tu niño juega, sonríe. Sabrá vivir porque le has enseñado bien el pacto, no dejas que las sombras le den la mano.
Aunque te duela, las sombras no le darán la mano.
(a Alejandra Pizarnik)

María Victoria Arias
ariasvictoria_13@yahoo.com.ar

domingo, 5 de octubre de 2008

A modo de Editorial: 5 años












Parece mentira. La criatura cumplió 5 años.
Lo que comenzó como un juego reuniendo textos breves de autores famosos, algunas notas extraídas de otros medios y la ficción de mi autoría, fue creciendo hasta incluir temas no solamente literarios. Y así se fueron enhebrando la poesía con el cuento, las entrevistas con los derechos humanos, la ecología con la justicia, la memoria con el testimonio, y tantas otras cosas apuntando siempre hacia un mundo mejor y mas justo.
En el transcurso de estos años La Máquina de Escribir se fue transformando desde un simple correo electrónico mensual hasta adquirir el formato actual de blog, gracias a los avances tecnológicos y lo más importante: el apoyo permanente de muchas personas que no dejaron de tipear sus ideas. Porque tengo que reconocer que éstas son las que motivan la permanencia de este espacio. Festejo sí los cinco años, pero mucho más festejo la alegría que me ofrece esta maravillosa gente que día tras día está firme virtualmente con sus valiosísimos aportes de esta "maquinola" que le pertenece. Y se siguen sumando muchos más. Agradecer es poco.
¡Un cálido y emocionado abrazo a tod@s!


Aníbal Jorge Sciorra
Fundador-director de La Máquina de Escribir
sciorra52@gmail.com

Ingrid Storgen: Tierra gritaron


…y se tiñó de sangre nuestra América recién descubierta.
Se salvó Cristóbal Colón de un tremendo escarmiento cuando 120 marineros que iban en las carabelas en pos del Nuevo Mundo, se amotinaran pensando que los estaban llevando a una muerte segura. Y no estaban equivocados.
Pero la muerte, selectiva, prefería la piel cobriza de los habitantes de las tierras americanas, mientras se frotaba las frías manos imaginando el banquete que la agreste geografía a la vista habría de proporcionarle.
Pieles cobrizas, “salvajes” que supuestamente irían a recibirlos con los brazos abiertos como corderos listos para el sacrificio.
Llegaban los “salvadores” y el arribo se producía en nombre de la fe y amparado por el dogma, con proyecto expropiador, genocida.
Crucifijos en alto, Dios en las bocas, y los cuerpos de los conquistadores atrapados en corazas de acero por las dudas que el “salvajismo” intentara romper las sagradas carnes que “sólo querían proporcionar cultura y domesticación”.
¿Habrase visto “herejía” más grande que la de esos indígenas que honraban a la madre tierra, al sol y al agua, en vez de arrodillarse ante la mención de un Dios con todas las características europeas? Los reyes de España esperaban ansiosos las noticias que hablaran de triunfo y de hallazgo de grandes recursos naturales que pasarían a engrosar las arcas de la corona.
Cuánta ansiedad habría en aquellas épocas sin internet, faxes ni celulares. Qué libre volaría la imaginación de los que abrieron las puertas del mercantilismo capitalista que llegó para permanecer hasta nuestros días.
Pisaron tierra que jamás volvió a ser de los habitantes paridos por esas tierras.
Pisaron tierra a fuerza de terror y la anegaron en sangre.
La misión había triunfado, la religión pegó un salto cuantitativo y ya nada volvió a ser como era entonces. A partir de la nefasta llegada, miles de nativos fueron “convertidos” a la religión católica, o sea, claramente, pasaban a ser súbditos de los Reyes de España a fuerza de filo de espadas y escupidas de fuego de esas armas extrañas que asolaban todo a su paso.
Hombres, mujeres, niños, ancianos, hasta la cultura nativa caía asesinada. Grandes hogueras se alimentaron con cuerpos, filosas espadas ostentaban como trofeo los cuerpecitos de las criaturas nonatas arrancadas del vientre de sus madres, mientras sus padres eran pasados a degüello por ser atrevidos infieles a la sacrosanta fidelidad de los artífices de las ambiciones más degradantes.
Rumbo a Europa expectante, partían los barcos cargados con mucho más de 200 mil kilos de oro y millones de libras de plata pura, los ojos de la corona se abrían hasta parecer soles de odios y saqueo ante la maravilla jamás vista hasta el momento.
América india recibió el mayor saqueo, el más genocida de los robos fue cometido en estas tierras “bárbaras”. Colón y demás miembros del equipo infernal fueron catalogados héroes por la historia que siempre se inclina a favor de la muerte y la apropiación.
Los indígenas que según fuentes se contabilizaban en unos 70 millones, fueron reducidos a una décima parte luego de 150 años de la conquista y cuando el trabajo sucio recayó en nuevos “héroes” que hasta gozan, post mortem, de fabulosos monumentos reivindicativos de su “hazaña” genocida.
No hubo gobierno, hasta el momento, que se atreva a bajar de sus pedestales inmundos a los continuadores de la obra terrorífica que causa vergüenza a quienes respetamos el heroísmo de nuestros nativos.
A 20 años de la llegada de los “santos” conquistadores, los habitantes de las islas del Caribe fueron prácticamente exterminados.
En las minas de plata, de Potosí, quedaron los pulmones reventados de los indígenas que trabajaban día y noche para enriquecer al viejo continente.
500 mil víctimas anuales quedaron como saldo de semejante atrocidad durante los primeros 150 años de exterminio que trajeron la “cultura y el desarrollo”, ¿acaso encontraremos crímenes tan bestiales como celebrados?
Más de 500 años de dominación extranjera, las culturas Azteca, Inca, Maya fueron devastadas y a ello le llamaron progreso, aunque muchas comunidades resistieron con estoicismo el saqueo, dando cátedra de altura moral aunque tan poco se hable de ello. La ferocidad de la conquista logró opacar ante los desmemoriados, las luchas genuinas y bravas que se oponían a su exterminio, al despojo y a la violación de sus hijas y mujeres.
No hubo monumentos para estos rebeldes, tampoco avenidas donde hayan estampado sus nombres inolvidables, la historia que escriben los ganadores siempre resulta más creíble para las mentes cerradas que responden a los intereses más mezquinos.
Hubo un Tupac Catari que se animó a gritar ante el invasor “volveré y seré millones”, pero hasta esa frase le fue arrebatada para atribuírsele a alguna otra persona, como parte del continuo saqueo cultural y la tergiversación de la historia.
Pero volvió nomás, aquí cerquita, en esa Bolivia que resiste los embates de la colonización moderna que actúa en colaboración con la CIA y de los grandes pulpos internacionales.
Volvió siendo millones en Ecuador, en Guatemala, en República Bolivariana de Venezuela, en el pueblo mapuche, en el aymara y volverá en cada pueblo que se anime a reivindicar esa historia olvidada.

Volvió también La Gaitana, Cacica de Tamana de esa Colombia herida de muerte por el Terrorismo de Estado que perdura hasta nuestros días.
Va La Gaitana esta vez empuñando la Espada de Bolívar que da vueltas en el continente y en cada lugar del mundo donde la opresión deja más víctimas y más dolor. Vuelven los pijaos y vuelven los paeces.
Volvió el Indio Hatuey vuelto cenizas en una hoguera por no aceptar la “salvación” de su alma ofrecida por un sacerdote, que recibió como escupitajo de dignidad una pregunta más incisiva que la espada, lanzada por la boca de Hatuey:
“Hay gente como ustedes en el cielo”? Y cuando el sacerdote respondiera: “hay muchos como nosotros”, Hatuey atacó con el filo de su lengua: “no deseo saber nada de un dios que permite que tal crueldad fuera hecha en su nombre”.
Hoy, a más de 500 años de la entrada a América de la muerte legalizada e instigada por un trono cubierto de oro, esmeraldas y amoralidad ilimitada, para muchos el 12 de Octubre es nada más que un feriado.
En algún lado y para beneficiar el turismo interno, ese feriado es móvil y se lo corre hacia el lunes 13.
Será esa la manifestación de repudio a un día que no puede considerarse festivo, sino que debe ser un innegable día de lucha, memoria colectiva, reflexión?
Día de duelo y de dolor añejo.


¿Será que es más interesante mantener el capitalismo salvaje que entró para quedarse, en lugar de honrar con el recuerdo y respeto la memoria de nuestros primeros habitantes, dueños legítimos de estas tierras oprimidas?
¿Será que tenemos temor de tomar posicionamiento por las víctimas que dejó la historia y que la eterna desmemoria se encargó de catapultar entre las frías paredes del olvido que es tan asesino como la más brutal de las armas?
Nuestros indígenas no merecen semejante afrenta, merecen nuestro homenaje, nuestro recuerdo y hasta nuestra vergüenza ajena. Merecen un día de duelo, porque su sangre no puede haber sido derramada en vano.
No obstante la hipocresía reinante, vuelve la conciencia indígena para recordarnos que un día, comenzó una historia, cuando algunos gritaron Tierra…!!!
Y la saquearon…
Ante esa conciencia viva, sin embargo, muchos nos ponemos de pie gritando ¡bravo hermanos, estamos con ustedes!

Ingrid Storgen

04 de octubre: Mientras tantos reservan hoteles y resorts dónde irán a pasar el feriado largo y mientras otros rendimos culto a nuestros mártires honrados por el latido de nuestros corazones.





Rescates: José María Firpo y Viajes de Colón


Del libro de José María Firpo "¡Qué porquería es el glóbulo!"
Editorial Arca (Montevideo, Uruguay) y Ediciones de la Flor (Buenos Aires, Argentina), 1976.
(Extraordinaria recopilación de frescos y desopilantes textos de alumnos realizada por un maestro uruguayo en los años´50 y ´60).

Viajes de Colón (Fragmento)

- A Colón le decían “el Loco Colón”.
- Colón iba en la calavera más grande
- Colón nació el 12 de octubre de 1492 y murió en 1506
- Colón anduvo por muchos países pidiendo plata para ir a América y de tantas vueltas que dio cuando quiso acordarse ya estaba en América.
- Colón era de Genoveva.
- Reina Isabel, ¿no tiene plata para darme?
- Bueno, solamente que hagamos una rifa- le diría la Reina
-Partieron del puerto de Palos y a eso de la medianoche empezaron los cañonazos y gritaron: - Tierra, que no ni no.
- Él recorrió Italia, España, África y otros barrios buscando dinero.
- Sus padres eran costureros, pero él pudo casarse con una portuguesa. Después se recibió de marinero y efectuó el viaje con tres escarapelas: la pinta, la Nina y la Santa María.

José María Firpo
"¡Qué porquería es el glóbulo!"
Ed. Arca (Montevideo)
Ed. de la Flor (Buenos Aires)

Stella Maris Taboro: 12 de octubre

12 de octubre-Pequeño homenaje:

Vuelve


En medio del recuerdo sangrante,
la lengua que me impusiste,

es un bumerang...


Muchos siglos,
mucho horror,
el lenguaje vuelve
en tu contra,
con la misma fuerza
de los tormentos
que aplicaste.


***
Denuncia

Hice lo que pude
quería seguir viviendo..
me impusiste tus dioses.
me desangraste en el trabajo servil
y de mi tierra te apoderarse.
Me ahogaban
tus cadenas opresoras
tu risa paseaba por el aire,
destruiste mis sueños ..
todo cambiabas en mi
menos el color de mi piel
menos mi sangre nativa.

***
Hermano


Hermano latino
¿ No sentís
la lanza indefensa
ante las armas de fuego?

¿No ves entre
selva ,montes y ríos
avanzar al codicioso español ?

Hambriento de oro.
la gloria busca, ávidamente.

No se sacia
con la sangre nativa.

Cambiando
alegrías por dolores

Los gloriosos días
de la cultura nativa ,
ahogando va .

¿No duele la destrucción
de pueblos originarios
en mano de sus victimarios?

¿ No es injusto
que aún el 12 de octubre,
hablen del "encuentro
de dos mundos"
y no de la
destrucción nativa ?

¿ No es injusto
ese genocidio
lento y silencioso,
que se cierne aún hoy
sobre la comunidades nativas?

¿Quién se ellos se acuerdan?
Aun sus derechos
incluidos en nuestra Constitución
son palabras muertas.


Stella Maris Taboro
smtabo@gmail.com
http://cuentoseinfancia.blogspot.com/


Cristina Castello: Marcos Ana, el Quijote viviente


Decidme cómo es un árbol. /Decidme el canto de un río/
cuando se cubre de pájaros.
Marcos Ana

Por Cristina Castello
Almodóvar filmará la vida del hombre que más tiempo estuvo en la cárcel por la Guerra Civil española. Sin sueños de venganza, Marcos Ana sigue luchando contra el fascismo. Su historia es testimonio de los pájaros sin alas de aquella barbarie; y también una juerga de ternura que iza la Bondad por encima de todo horror.

Marcos Ana, poeta y Quijote. Emblema universal de la lucha por la libertad —88 años, hoy— estuvo en las cárceles del franquismo entre 1939 y 1961. Conoció el espanto en su piel, en su corazón, y a través de los ojos de sus compañeros; descubrió el oprobio en las manos de los torturadores: manos extranjeras a la vida que sólo los domingos cesaban de masacrar, pues entonces los verdugos rezaban en la Iglesia y con el capellán. Pero también supo de deleites: en las mazmorras del fascismo español, Marcos Ana «adoptó» —como se adopta un bebé— una flor inocente, nacida en la grieta tenebrosa del muro más cruel. Así como, aunque trepado a los barrotes y castigado duramente por ello, se extasió con cada plenilunio que —gracias a su obstinación— pudo gozar. Igual que contrabandeó, reja a reja, la poesía de Neruda y sus propios versos, como una letanía que invocaba la libertad. Tenía sólo 19 años cuando cayó en aquel infierno del Régimen, y veintitrés más cuando —como una salva de pájaros contentos— pudo dejar la jaula para abrazar la nitidez de la luz.
Luz cegadora para él, que no conocía más que las tinieblas. Pero la vida, que sólo le había ofrecido su mano mezquina, le llegaba por fin con la mano que da. Entre todos sus dones, le dio los viajes, el reconocimiento mundial —el abrazo de la humanidad— y la posibilidad de luchar. Le dio la poesía, y le descubrió el amor y el sexo... recién a sus 42. Ella era joven y morena, delgada, bella y sutil. Se llamaba Isabel Peñalba y tenía la mirada azul.
¿Serán los ojos de Penélope Cruz, la actriz fetiche de Almodóvar, los que lo mirarán desde aquel azul de Isabel? Quién sabe. Primero terminará la filmación de «Los abrazos rotos» y, quizás, rodará «La piel que habito». Y entonces se dedicará a «Decidme cómo es un árbol», el último libro de Marcos Ana; obra que recorre el mundo con sus memorias de la prisión y de la vida, flameantes de humor, de la poesía de su prosa y del sentido de la existencia como un hecho trascendente.
¿Cuántos filmes podrían hacerse con cada latido de este Quijote? En cualquier caso, Almodóvar eligió tomar la historia de Marcos, «un superviviente», cuando era ya un pájaro en vuelo libre que surcaba cielos a la salida del infierno. Al cineasta le impresiona que, después de haber respirado tanta muerte, el poeta sepa de justicia y paz, de fraternidad y siembra, de imaginación y esperanza, y no de rencor. Le sorprende su pasión por la vida del prójimo. Se emociona porque en «Decidme cómo es un árbol», nuestro autor cuenta que —a causa de un compañero que lo denunció— recibió una de sus dos condenas a muerte; y, aun así, no da su nombre para evitar un daño a la posible familia del traidor.
Curiosa audacia la de Almodóvar, artista de un lenguaje cinematográfico barroco y brillante, cuyos temas habían sido hasta ahora el amor por su madre y por las mujeres, la sexualidad, el maridaje entre el amor y la muerte, y la transmutación del alma. Y si bien algunos hechos de la historia que filmará justifican a primera vista su elección —ya se verá— hay algo central, más novedoso que todo. «Marcos Ana es lo más parecido a un ángel —explicó el director—, no he conocido a nadie tan bueno». A partir de esta experiencia, ¿podremos sumar entre sus razones para elegir un guión el valor infinito de la Bondad?


La mirada azul
Decidme cómo es el beso / de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo.
Marcos Ana

Después de 23 años tras los muros, lo más difícil fue la libertad. Aprender a ser libre. Marcos sabía vivir en la cárcel, donde el cariño hacia (y de) sus camaradas fue su sostén y su motor. Aunque fue torturado hasta casi morir; aunque vio asesinar tantas vidas y también su juventud, tiene grabadas en la piel y en todo su ser las risas de sus amigos y su generosidad. Con ellos compartía el hambre y el pan, los sueños y los homenajes con que —en las sombras de la sombra y con ingenio— honraban a los grandes poetas. La cárcel era una «universidad democrática», un hogar. Marcos fundó las tertulias literarias, a pesar de que la imaginación era salvajemente perseguida. Los guardias debían evitar la fuga física de los prisioneros; y el capellán, la fuga espiritual. Había que impedir la poesía, pues era enemiga del sistema, era un ser más a encarcelar. ¿Encarcelar el sol? ¡Vaya!
En la década de los ’50 y a una celda de castigo infrahumana sus compañeros le acercaron, ellos sabían cómo — ¡oh, qué gracia la imaginación!—, una lapicera y poemas de Neruda y de Rafael Alberti. Los leyó más de mil veces y... ¡empezó a escribir! Pero... ¿cómo guardar su palabra escrita? Y aquí otra vez la creatividad. Sus «colegas» de prisión aprendían de memoria sus versos, y los que recuperaban la libertad eran poemarios parlantes de Marcos Ana, conocido aún como Fernando Macarro Castillo. Tiempo después, recibió un librito impreso con sus poemas... ¡Hombre, qué felicidad! Eran las dos primeras ediciones de «Te llamo desde un muro», publicado entonces en México y en el Perú.
Como un juego interminable de espejos reflejados en sí mismos para multiplicarse, la cámara de Almodóvar mostrará a los espíritus inquietos del mundo, la vida de nuestro personaje y conciudadano suyo... ¡sí! Vaya sucesión de casualidades: el cineasta nació en La Mancha, igual que la obra suprema de la literatura universal: «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha»; igual que Don Miguel de Cervantes Saavedra, su autor, quien había abierto los ojos a la vida en Alcalá de Henares, ciudad de la famosa región, donde Marcos vivió desde sus nueve años y padeció su primera prisión... ¿Es que existe el azar?
Virgen hasta los 42, para Fernando Macarro el mundo exterior era una leyenda, una fábula, una ficción. No había muros sino cielo; ¡había tocino! —tocino, aquel sueño suyo de hambreado durante los 9.000 días y noches de su encierro—; había coches, carteles luminosos, tiendas... ¡mujeres! Había una vida «normal» y él la había olvidado después de tantos años tras los muros. Habituado al horror y a la necesidad, las luces lo mareaban, devolvía la comida que había ansiado: se sentía en otra galaxia... hasta que llegó su noche azul.
Ella. Ella creía que él estaba borracho e intentó devolverle el dinero; el que él debía pagarle, como prostituta que era la muchacha. Fernando Macarro no sabía qué hacer, a solas con una mujer y en un hotel; se sentía torpe, extraño, desorientado, hasta que le contó la verdad: los 23 años de cárcel y su inexperiencia sexual. Y ella se dedicó a él con amor: lo llevó a pasear por la Gran Vía de Madrid y fueron a cenar, mientras él hablaba y hablaba, como una semilla que encuentra tierra fértil después de la sequedad.
La mirada azul lloró. Lloró tanto, al tiempo que él le contaba el único mundo que conoció. Lloró por todas las cosas que merecen lágrimas (Jorge Luis Borges). Isabel Peñalba —era ella, sí— lo llevó después al hotel y logró que Fernando hiciera el amor. Quería renacerlo, inaugurarlo. Ya en la mañana, chocolate con churros juntos en la cama, y cuando el poeta amanecido «varón» llegaba de vuelta a su casa encontró en el bolsillo las quinientas pesetas de la paga que ella no cobró. Y un papel, un llamado, una solicitud de amor: «para que vuelvas esta noche».
Él pensó en ella todo el día con deseo y emoción, pero el miedo de ofenderla con la paga —que además era dinero de la joven— se mezclaba con su deseo viril y con el temor de destrozar el recuerdo de aquella noche de pureza y magia. No sabía si ir o no, y otra vez fue una flor la que lo salvó de nuevo, para decidir. Compró docenas de flores tan luminosas como aquella que, nacida en el muro más cruel, había adoptado como a un bebé. Las 500 pesetas —el precio de la paga— se convirtieron en un bouquet de pimpollos con orquídeas y magnolias. Las dejó en la conserjería del hotel, con una tarjeta: «Para Isabel, mi primer amor». Franz Kafka escribió que cuando uno se empeña en subir, los escalones brotan debajo de los pies, anhelantes. Isabel fue el escalón al amor.
Almodóvar se regocija en este recodo de alba y de tal embeleso de ternura que su cámara ansía traducir.
Antes, mucho antes, el faro de Marcos había sido el cariño absoluto hacia sus padres, en quienes pensó para elegir el seudónimo con que lo conocemos. Escogió Marcos, por su papá: ¡ay!, aquella imagen de una gorra solitaria prendida en la rama de un árbol roto, cuando un bombardeo lo asesinó; los ojos desolados del hijo tenían 17 años. Decidió apellidarse Ana, por la mamá. Abnegada bajo su siempre pañuelo negro en la cabeza, ella había ido a verlo a la cárcel, una vez más, pero no la dejaron entrar. Con su calvario interior por haberse enterado de que el hijo estaba condenado a muerte, comenzó a volver sobre sus pasos. Mamá Ana cayó al suelo, los guardias la golpearon y humillaron y ella murió en una zanja, en aquella Navidad de 1943: «...que murió de rodillas, me contaron / crucificada en un leño de llanto, / con mi nombre de hijo entre sus labios / pidiendo a Dios el fin de mis cadenas»

Candilejas
Mi pecado es terrible; / quise llenar de estrellas / el corazón del hombre
Marcos Ana

Desde su liberación en 1961, gracias a la presión internacional, pues estaba condenado a sesenta años de rejas, recorrió Europa y gran parte de la América morena. Conoció a Louis Aragon, Pablo Neruda, por fin a Rafael Alberti y María Teresa León, a Salvador Allende, Nicolás Guillén, Picasso, Yves Montand, Michel Piccoli, Prévert, Jean-Paul Sartre, Joan Báez, Miguel Ángel Asturias, Pedro Vianna y tantos más. Convirtió su vida en una defensa de la libertad, en contra de todo autoritarismo. Fundó y dirigió en París, hasta el final del franquismo, el Centro de Información y Solidaridad con España (CISE), que presidió Picasso. Y cada persona que lo entrevistaba, y aún hoy, le repite una pregunta: ¿Vio en prisión al enorme poeta, alma de cristal, Miguel Hernández? Sí, lo había visto. Al «Fuego azul de la poesía» —como lo llamaba Neruda—, el franquismo lo había asesinado a los 31 años, con una tuberculosis ponzoñosa a la que sus verdugos jamás atendieron.
A los dos años de su libertad, Marcos conoció a Vida Sender, quien fue su mujer por muchos años. Hoy están separados, pero conservan una amistad cada vez más honda y el amor de los dos hacia «Marquitos», con quien vive. Es el hijo de ambos —hoy camarógrafo, fotógrafo y documentalista—, la ofrenda mayor que recibió de la libertad.
Pero hubo otras más. Como el reencuentro con aquella música de acordeones y violines que, de una orquesta lejana, había escuchado en la cárcel de Burgos en la Navidad del ’60. Nunca supo el nombre y, aunque la buscó con obsesión, sin ese dato y sin poderla tararear, no era posible hallarla.
Después, el vértigo de los viajes lo llevó a Copenhague, donde le habían asignado para hospedarse la casa de… Karen. Alta, bella, fascinante, la diosa nórdica no podía entenderse con él más que por señas. Marcos no hablaba una palabra de inglés, y ni pensar en el danés. Desde un sillón, la miraba, cohibido —más aún cada minuto—, sin poder pronunciar una palabra; y ella lo percibió: lo acomodó en el canapé, apagó las luces para crear un ambiente tenue que ayudara al reposo, puso cierta música en el tocadiscos y se dispuso a dejarlo descansar.
Entonces, la sonrisa de la vida. El milagro. La melodía que el poeta estaba escuchando era la de la película «Candilejas», la misma de aquella Navidad; la que tanto había buscado. La música le provocó un sobresalto que hizo a Karen volver, inquieta, y sentarse con él, casi en él. El resto fue el abrazo en silencio, la vibración al unísono, y el lenguaje del amor y la pasión. En los cinco días de su permanencia en Dinamarca y en tantos otros de su vida libre, el encantamiento pobló de estrellas al héroe que llena de estrellas el corazón del hombre.
«Decidme cómo es un árbol», clamaba Marcos Ana en el poema que dio el nombre al último libro. Hoy, ya todos los bosques, todos los pájaros y todos los ríos le contaron su historia. Hoy se reconoce como un «árbol milagroso», porque sigue dignificando la condición humana. Y se abraza a la palabra de su admirado Paul Éluard: «Y serán recompensados los que ríen de horror».

Cristina Castello
Poeta y periodista
Artículo publicado en «Lyrsa editores» - México, octubre 2008
http://www.cristinacastello.com/