domingo, 13 de enero de 2008

Entre retenidos liberados, aparece La Parrala…


Por Ingrid Storgen
Muchas cosas se leen y escuchan a partir de la liberación de Clara Rojas, quien gestara un niño con un miembro de la guerrilla, y la parlamentaria Consuelo Gonzáles, prisioneras de la insurgencia durante varios años.
Poco se escucha o lee respecto al gesto de buena voluntad de quienes agradecidos por la excelente disposición de la senadora colombiana Piedad Córdoba y del presidente Hugo Chávez, efectivizaron la entrega aún en medio de complicadísimas situaciones provocadas por el títere imperial, léase don Álvaro Uribe Vélez, quien desplegó un amplio operativo militar y paramilitar-valga la redundancia- con más de 20 mil efectivos y en los alrededores del lugar donde debía efectivizarse la entrega de las prisioneras, en unidad con la CIA.
Este importantísimo paso debería ser el primero que oriente hacia los caminos de la PAZ a una Colombia herida de muerte desde hace más de cinco décadas, el mundo está frente a un trascendental momento y siguiendo muy de cerca lo que vendrá y lo que no vendrá también.
Durante las festividades de fin de año no lograron que lo que se estaba esperando dejara de ser anécdota para convertirse en realidad, no obstante y frente a la desigual correlación de fuerzas y el encerramiento hostil del presidente y su séquito de colaboradores, la liberación de las dos mujeres fue un hecho que culminó felizmente.
Ahora resta esperar que la contraparte, o sea el Estado colombiano, cumpla aceptando la posibilidad de diálogo que le están pidiendo para que no sean sólo unas pocas las afortunadas que puedan al fin reencontrarse con su historia, sino todos y todas los prisioneros de ambos lados, sean hijos de familias acomodadas como hijos de campesinos pobres en manos del Estado.
Y por supuesto, urge una explicación coherente sobre el motivo del secuestro ordenado por Uribe, del hijo nacido del amor entre la cautiva y un hombre perteneciente al grupo de los captores.
De hecho el tema da para una hermosa historia de amor, más allá del síndrome de Estocolmo que mencionan muchos estudiosos de las conductas, pero que humildemente prefiero interpretar como algo maravilloso, que demuestra que aún en medio de la guerra, Eros, es capaz de hacerse presente y obtener su victoria más heroica, logrando que los ejércitos regulares y los paramilitares, terminen mordiendo el polvo de su derrota.
No podemos negar, así como no me cansaré de repetir, que en Colombia hay guerra.
Una guerra que tiene su origen a partir del asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, año 1948, y gestado por la CIA ante la gran preocupación que causaba el avance de un político que demostraba ser capaz de aglutinar fuerzas populares para llevar a cabo su heroico proyecto que tendría el alcance suficiente para mejorar la vida de los colombianos, hostigados y saqueados sus recursos, por los grandes intereses internacionales.
Como siempre ocurre la guerra la comienzan los Estados, que desparraman el hambre y la miseria, la injusticia social y el avasallamiento de los derechos humanos mínimos, y aparecen, entonces, fuerzas contrarias que se oponen a los crímenes y el lugar se destartala…
O sea que cuando un Estado inicia una guerra, bien podemos decir que estamos frente a un Estado Terrorista sin temor a equivocarnos.
Sin embargo vemos que no es así para la gran prensa des-informativa y dependiente de los intereses del gran monstruo arrasador de pueblos, de esta ecuación resulta que los terroristas son los que se defienden como pueden del poder que pretende exterminarlos.
Y aunque parezca mentira, para toda guerra existen leyes, pero resulta que estas leyes descargan su fuerza únicamente contra quienes se oponen al Terrorismo de Estado, cosa tan extraña e incomprensible…
En estos momentos que deberían abrir grandes esperanzas para un futuro proceso de paz en un país donde la sangre corre con la misma agilidad del viento, el presidente Chávez estima que debe quitarse el rótulo de “terroristas” que pesa sobre los grupos insurgentes, FARC-EP y ELN, lo cual sería un excelente avance en momentos de avance, que hasta podrían orientar a las fuerzas encontradas para que pudieran sentarse a hablar como gente.
Sin embargo, la respuesta del gobierno colombiano no dejó de romper nuevamente cualquier tipo de esperanza.
Desde la Casa de Nariño, hoy más parecida a una cueva que a casa de gobierno, surgió el comunicado del presidente en el que asegura que “por ningún motivo aceptará que se les de status de beligerancia a los grupos guerrilleros” {sic} agregando que todos los grupos violentos de Colombia son terroristas.
(Y por casa cómo andamos, don Alvarito?)
Agregando luego que “son terroristas por atentar contra una democracia respetable y por sus métodos de exterminio de la humanidad”. Rematando su delirio con otro párrafo de no creer: “Colombia tiene una democracia que avanza en seguridad para todos los ciudadanos, respetuosa de las libertades y el pluralismo, afanada por construir cohesión social, esforzada por la transparencia y respetuosa de la independencia de las diferentes instituciones que conforman el Estado”.
¿Hablará de las estructuras paramilitares tan afines a él y a su familia?
¿Y que cosa es eso del respeto por el pluralismo cuando tantos dirigentes políticos y sociales han sido y son exterminados por el ejército y por los paracos?
Intencionalmente, Uribe, omite recordar la cantidad de gente asesinada durante su mandato anterior y lo que va de este. No habló por ejemplo de los desplazados, tampoco de los perseguidos, ni mucho menos de las amenazas de sus amigotes las Águilas Negras, Águilas Rojas y demás especimenes de la fauna criminal que actúan bajo su protección y que jamás serán condenados sino premiados.
Pero como sabemos en toda guerra hay buenos y hay muy malos, sobre unos caerá todo el peso de una justicia que sigue con los ojos vendados, prostituida por los verdes billetes que se acumulan en su arcón, y permitiendo cualquier tipo de violación a los derechos humanos, en Colombia estos últimos son los “señores”.
Uribe agregó en su tragi-cómico-despreciable discurso que “los grupos violentos de Colombia son terroristas porque destruyen el ecosistema”, pero quien ordena las fumigaciones con glifosato que no solo afectan a su tierra sino que lo hacen a tierras vecinas, como Ecuador, es precisamente él.
Por lo tanto estaría reconociendo que el es terrorista…
Aunque diga que los terroristas son otros…
Continuó delirando: “los grupos violentos de Colombia son terroristas que no tienen inconveniente en secuestrar venezolanos en Venezuela…”
Y cuál fue el grupo violento que secuestró a Rodrigo Granda en Venezuela, lo recordará el presi?
Nosotros sí y el mundo supo que fue un comando colombiano actuando en coordinación con militares corruptos venezolanos.
Da luego el tiro de gracia diciendo que “el gobierno de Colombia por ningún motivo acepta que a estos grupos se les levante el calificativo de terroristas y se les de el status de beligerancia y concluye dando un manotazo de ahogado asegurando que “el gobierno de Colombia trabajará con la iglesia católica en la búsqueda de una zona de encuentro, sobre la base que la gestión humanitaria que adelanten los prelados no conllevará parcialización a favor de los terroristas de las FARC”.
¡Pero que duda había al respecto, sabemos que la iglesia colombiana es parcial a favor suyo cuando comprobamos su ejercicio diario de mirar hacia otro lado, calzándose el manto del silencio que tan bien le luce, cuando aparecen los cuerpos despedazados de colombianos y colombianas por manos del Estado!
En el ámbito internacional resulta muy preocupante que Argentina, que cumpliera un gran papel como miembro de la Misión Humanitaria en el intento primario de liberación de Clara, Emmanuel y Consuelo, rechace el pedido de Venezuela y lo haga con discursos ambiguos, tomando distancia justo cuando tan grande podría ser su aporte.
Según el ministro Alberto Fernández, “Argentina nunca ha visualizado el problema de los rehenes como un tema de naturaleza política y nunca lo va a hacer”.
¿Y de qué naturaleza será semejante problema si no político?
Esta afirmación ministerial me recuerda la famosa copla La Parrala:
Que sí, que sí, que sí/ que a La Parrala le gusta el vino/que no, que no, que no, ni el aguardiente ni el marrasquino/ ¿por quién llora, por quién bebe?/ ¿por quién sufre La Parrala?...
Recuerde el ministro que todos los prisioneros políticos no tienen raíces europeas, ni pertenecen a familias de buenos recursos, también hay otros que merecen la misma preocupación, caramba, ¿qué cosa es esa manera de discriminar que suena tan terrible como decir que la izquierda es nefasta?
La insurgencia, que algunos hoy se niegan a reconocer como una fuerza beligerante que fuera recibida hasta por un delegado del Papa Juan Pablo II, en el Vaticano, hecho que quedó sepultado por la fragilidad de las memorias, nos permite preguntarnos ¿los Papas reciben a terroristas en la Santa Sede…?
Es vergonzoso minimizar el verdadero sentido que subyace en el vientre de una guerra cuyo principio fue gestado a partir de un terrible problema político, y continúa dentro de los marcos de ese problema político, y la situación de los retenidos sí responde a un problema político y que sólo admitiendo esto, se estará colaborando con el verdadero proceso hacia la paz y para lo cual hace falta voluntad política para alcanzarla, tanto de parte de la comunidad nacional como internacional.
Quienes no estamos a favor de quienes arreglan todo a los tiros, ni apoyamos ningún conflicto bélico, sino que consideramos que no hay horror más grande que el de la guerra, hoy nos preguntamos cuál sería el problema para el presidente de Colombia y para los analistas políticos internacionales, en aceptar que una fuerza beligerante sea reconocida como tal.
El problema sería que entonces, pese a lo que diga Washington y a lo que pretenda hacer creer el Estado colombiano, reconocer ese status sería reconocer lo que se pretende negar: la realidad de que en Colombia hay una guerra. Asumirlo sería permitir que se arranque la venda de la justicia y que paguen sus crímenes los asesinos, sea donde fuere que se encuentren.
La cuestión más fuerte de todo esto, es que balazos de resistencia están hiriendo de muerte a la Seguridad Democrática que impuso Uribe con sus compinches gringos.
Y como a los amigos nunca se los abandona así como la mafia no perdona la traición, Uribe anda tratando de conseguir vendas para tapar las heridas de esa Seguridad Democrática, pero todo indica que es tarde, tan tarde que en cualquier momento nos enteraremos de su fallecimiento…
Ese será el día que el pueblo colombiano, imitará al Ave Fénix y resurgirá de sus cenizas aunque las generaciones que precedan a las devastadas, no podrán olvidar jamás tanto horror padecido…

Ingrid Storgen
Enero 13 de 2008

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